En general las remakes no superan a la obra original, pero este no es el caso. Mientras que la película de Hathaway pasó en su época sin pena ni gloria, la de los Coen llego a la pantalla grande para quedarse, y hasta cuenta con varias nominaciones al Oscar. Quizás sea porque hace mucho que no se ven grandes westerns en pantalla, o quizás por ese toque tan particular que tienen todas las películas de los hermanos americanos.
Temple de Acero es la historia de Mattie Ross, una joven de 14 años que decide vengar la injusta muerte de su padre en un pueblo lejano al hogar; para ello precisa de un sheriff que la ayude en la búsqueda del asesino prófugo, y a falta de uno consigue dos; por un lado el Gallo Cogburn, un viejo borracho y sin un ojo, y por el otro a LaBoeuf, un ranger de Texas que quiere vengar un crimen cometido por el mismo malhechor en su ciudad. La pequeña Mattie se une a los dos hombres en una cacería por todo el patrimonio Indio en tierras americanas.
Jeff Bridges, galardonado con el Oscar el año pasado, vuelve a trabajar con los Coen después de su exitoso personaje en El Gran Lewobski, hace más de 10 años, y consigue hacer un trabajo brillante sobre el personaje principal, superando ampliamente a John Wayne. El papel parece hecho para él, aprovecha cada momento cumbre para realizar un chiste irónico o una burla consentida de la manera más acida posible.
Si bien esta película no es del tipo que estamos acostumbrados a ver de los Coen, no por eso es menos digna. Los que esperan ver ironía y humor negro lo van a encontrar aquí de esa forma tan particular que se ve también en sus otros films. Temple de Acero, es sin duda una película emotiva, que rescata valores del cine clásico que hoy en día ya no están presentes, el tan concurrido crimen y castigo vuelve a renacer de la mano de los hermanos más polémicos del cine actual.