Acero inoxidable
Hace pocos días, justamente al escribir mi opinión sobre "El Turista" en este blog, surgía la pregunta sobre la conveniencia o la necesidad de hacer remakes. Muchos éxitos europeos devienen finalmente en remakes hollywoodenses, donde se les quita totalmente el encanto particular que justamente tienen esos films, que cargan con un estilo completamente apartado de lo Hollywoodense.
Un ejemplo de los miles de ejemplos que existen es "Bailamos?" la sutil película japonesa, que pierde toda su gris melancolía que era el elemento escencial del film, cuando lo vemos a Richard Gere danzando en la academia junto a Jennifer Lopez. No es lo mismo. Para nada.
Son esos casos en que la remake no tiene mucho sentido, excepto que se entienda por el lado de que el público americano suele no ver cine de otras latitudes y entonces es como si la viesen por primera vez. Pero en el caso del público que haya podido ver el original, la remake no tiene ningún sentido. Aunque convengamos que la "Bailamos?" de Richard Gere la vio todo el mundo y a la japonesa la conocen dos gatos locos.
Pero hay algunas otras, honrosas excepciones, donde el director se las ingenia para dar una relectura al mismo tema, situarlo en un contexto diferente, revisitarlo para darle una nueva mirada más acorde con los tiempos que vivimos. Sin ser una remake, Doris Dorrie relee "Historia de Tokio" el superclasico oriental de Yasujiro Ozu en "Las flores del Cerezo" logrando una película brillante y exquisita.
En este caso, los hermanos Coen eligen un superclásico del mundo del western, "Temple de Acero" y ellos le imprimen un sello tan especial que demuestran una vez más que no hay ningún género en particular que se les resista.
Según todos dicen, mucho más fiel a la novela de Charles Portis de la cual parte este guión adaptado nominado al Oscar, el foco hace centro en la protagonista femenina, una joven de 14 años, la fuerte e indomable Mattie Ross (interpretada por Hailee Steinfeld, también nominada al Oscar a mejor actriz de reparto). Ella sabe quién ha matado a su padre, y no parará hasta encontrarlo.
No dudará ni un minuto en zanjarse su camino en un ámbito notoriamente masculino, y dará con el que dicen que es la persona indicada para ayudarla. Él es Rooster Cogburn (Jeff Bridges), un tuerto y alcoholizado policía judicial que en un primer momento le será esquivo, pero luego -pago mediante- emprenderá con el encargo de la joven Mattie.
Completa el trio el policía texano interpretado por Matt Damon, La Boeuff, quien será otra figura clave en la búsqueda de Tom Chaney (Josh Brolin) el asesino del padre de Mattie.
La película tiene claramente dos tiempos. Toda una primera parte donde los Coen nos van presentando los personajes y se toman el tiempo necesario para que en cada línea de diálogo, cada uno de ellos comience a perfilar su estilo propio, su personalidad claramente definida. Es así como cuando Mattie, Rooster y La Boeuff comiencen su aventura por el desierto, ya se tornaron queribles y estamos absolutamente de su lado.
El ritmo cambia por completo a partir del momento en que Mattie da con Tom Chaney, el asesino de su padre y se ven cara a cara. Aparece un nuevo ritmo dentro del film, con una tensión propia del thriller más encrispado.
Mientras que en la primera parte del film lo más exquisito son los diálogos y las ironías con las que se manejan los personajes, propias de las criaturas de los Coen, en la segunda parte las palabras le ceden paso a la acción.
La galería de personajes que nos van presentando en la primera parte, permite el lucimiento del trío actoral protagónico: Jeff Bridges un perfecto Rooster Cogburn, un personaje que parece hecho a su medida y con el que Bridges parece sentirse comodísimo, lo que le da un plus de credibilidad que suma.
La fuerza de Hailee Steinfeld para Mattie Ross es sorprendente y es, sin dudas, la gran protagonista y la que se pone el film al hombro en todo momento.
Matt Damon brilla también en La Boeuf -un papel algo distinto en su carrera- y Josh Brolin presta una máscara especial para Chaney.
Asi como han adaptadado a Cormac Mc. Carthy en "Sin lugar para los débiles", nos han paseado por la negrura de "El hombre que nunca estuvo" o "De paseo a la muerte", algunos fallidos pasos de comedia como "El amor cuesta caro" o "El quinteto de la muerte" o comedias inolvidables como "El gran Lebowski" o "Educando a Arizona", la sátira de "Quémese después de leerse" o la inclasficable "Fargo" sin miedo a nada, se adentran en un género completamente diferente como el western, teniendo inclusive la brillantez de hacernos olvidar por completo -para aquellos que no amamos ese género-, que se trata de uno de los superclásicos que ellos nos vuelven a contar desde su particular mirada.
Sobre el final del film, la belleza visual con que está filmada la noche en pleno desierto es cautivante y como si todo esto fuese poco, "Temple de Acero" cierra con un epílogo que sitúa la historia unos años después donde los Coen se dan el lujo de regalarnos un final lleno de sentimientos.
Si aún no siendo fanático del western "Temple de Acero" es arrolladora e irresistible, no quiero imaginarme lo que sentirán los fanáticos viendo en pantalla grande y filmada con todo el talento desplegado por Joel & Ethan Coen en marcha, una de las mejores historias clásicas del Lejano Oeste con una fotografía, una puesta y actuaciones de primer nivel.