Lady vengeance
A los hermanos Coen les faltaba revisitar el Western para sacarle el jugo a sus relatos, pero esta vez optaron por adaptar la novela de Charles Portis (no así la película original dirigida por Henry Hathaway y protagonizada por John Wayne en 1969) en esta nueva versión de Temple de acero.
El film cuenta con las actuaciones estelares de la revelación adolescente Hailee Steinfeld (merecería una nominación al Oscar como actriz de reparto por lo menos) junto a Jeff Bridges, Matt Damon y Josh Brolin, reparto que se ajusta a la perfección ante las exigencias de un guión muy bien escrito, que requiere de sus personajes una cadencia y léxico particular.
El fuerte de la propuesta cinematográfica de los Coen -más allá de los diálogos exquisitos- no lo constituye tanto la anécdota de la venganza, sino el trasfondo en el que esta se pone en marcha. Y así como la venganza es el motor de la acción de la protagonista Mattie Ross, una niña de 14 años a quien le asesinaron a sangre fría a su padre y busca atrapar a su asesino (Josh Brolin) con la ayuda de un caza recompensas (Jeff Bridges), el honor y los deberes morales también forman parte de la trama.
No obstante, ella resulta mucho más interesante que el personaje que se juega ese honor, Rooster Cogburn (gran actuación de Jeff Bridges) quien es un Marshall alcohólico, gatillo fácil, transitando por el crepúsculo de su vida y cuyo su antagonista es nada menos que un Texas Ranger (Matt Damon), quien se une a la empresa para atrapar al asesino que huyó a territorio indio, con quien rivaliza constantemente por sus métodos.
La diferencia entre la justicia como parte del deber ser y de la búsqueda de la justicia como parte de un negocio de mercenarios queda bien expuesta en esta lucha de ambos personajes ante la mirada inocente y pura de una víctima adolescente, quien debe actuar como adulta y hacerse valer frente al poder machista que la rodea.
Quizás la originalidad de este western con el sello inconfundible de Joel y Ethan Coen sea precisamente romper con la tradición del género y dejar en manos de una mujer muy joven aquellas características de coraje y valentía exclusivas de los hombres de armas tomar. Y ese cruce de heroína con antihéroes es el mayor atractivo de una historia a la que tal vez le falte un villano de mayor fuste y algo de épica que recién se consuma promediando el final del film.
Sin embargo, no faltan los duelos; las panorámicas propias del género donde se destaca sin lugar a dudas la fotografía de Roger Deakins y una banda sonora (parecida a las de Clint Eastwood, es cierto) de Carter Burwell a tono con el ritmo cadencioso y parsimonioso que nunca se detiene en las casi dos horas, que pasan realmente muy rápido.
Tratándose de los creadores de Fargo, el humor también dice presente en Temple de acero y por supuesto la cuota de cinismo habitual para terminar redondeando un western atípico, sólido, aunque no deslumbrante.