Tal astilla
Nada remedia una familia quebrada como una temporada a merced de la naturaleza pampeana en toda su belleza, hostilidad e indiferencia. La desolación del paisaje sureño dice a gritos lo que los personajes por represión se guardan: Días de pesca (2012), Boca de pozo (2014), El invierno (2016), Nieve Negra (2017) y La cordillera (2017), dos thrillers psicológicos en lo que va del año, ambos rodeados de nieve, ambos desterrando los secretos familiares de Ricardo Darín.
A esta corriente de películas de “sanación a la intemperie” se suma Temporada de caza (2017), escrita y dirigida por Natalia Garagiola, en la que un problemático adolescente viaja de Buenos Aires a San Martín de los Andes para pasar un tiempo con su desconocido padre y su nueva familia en una cabaña en el medio de la nada mientras enfrenta el duelo por la muerte de su madre.
La película comienza de forma intrigante, capturando una pelea espontánea y confusa entre dos adolescentes durante un partido de rugby. Uno de ellos es el protagonista, Nahuel (Lautaro Bettoni). No se sabe por qué pelean. Bautista (Boy Olmi), el padrastro de Nahuel, no sabe por dónde empezar a hablarle o entenderlo, desesperación que Olmi captura sentidamente en lo poco que tiene de pantalla. Nahuel viajará para el sur y se quedará con su padre Ernesto (Germán Palacios) por un tiempo.
El fuerte de la película es la interpretación del debutante Lautaro Bettoni. Es un adolescente creíble: inseguro, testarudo, temperamental. Cuando se cree impune, actúa de manera sobradora. Cuando intuye derrota, su reacción instantánea es retirarse. Palacios redobla la apuesta y la tensión con un padre lacónico y, presentimos, portador de una hostilidad similar. Las cenas familiares se convierten en válvulas de escape para los dos durante las cuales padre e hijo ponen a prueba el amor y la paciencia que cada uno tiene por el otro. Hasta que Ernesto decide intentar rescatar a su hijo con un tipo de violencia productiva - ya sea hachando leña o cazando venados - y Nahuel empieza a descubrir su lugar en el mundo entre otros chicos de su edad.
Los diálogos son un punto mixto. Entre el elenco joven de la película suenan improvisados y naturales, contrastando con la severidad impostada con la que hablan los adultos (la esposa de Ernesto en un momento amenaza con dejar a su familia con la misma severidad con la que anuncia el desayuno).
Acompañamos el desarrollo del conflicto central sin más pistas que la actuación de los protagónicos y alguna que otra conversación cargada de subtexto. El gran logro de la película es plantear el florecimiento de Nahuel como algo natural y no impuesto por artificio o necesidad melodramática. Pero dado que la estructura del guión es bipartita, y la historia jamás vuelve a ponerse tan oscura como en el medio, la segunda mitad no es tan fuerte como la primera. En el horizonte se va formando una "Gran Decisión" que Nahuel ha de terminar tomando y no sorprenderá a nadie. Y hay algo así como cinco o seis finales falsos, instancias en las que la película parece que está por acabar, pero continúa reiterando su mensaje otro rato más.