Es la opera prima de Natalia Gargiola que acaba de ganar el premio del público en la Semana de la Critica una sección paralela en el Festival de Venecia Un reconocimiento merecido para un film conmovedor que habla de reencuentros, de afectos perdidos en un doloroso camino de silencios y gestos breves, de rechazos y rebeldías explicitas y contenidas. Un adolescente conflictivo en su colegio, que acaba de perder a su madre, se lleva muy mal con el marido de ella y cumple un mandato materno, ir a conocer a su padre biológico a la Patagonia. Y es allí entre un paisaje gélido de ensueño que maravilla, pero que puede albergar todas las amenazas, donde un chico que no puede resolver su duelo y un hombre del lugar, un cazador rústico que armo una familia con una mujer joven e hijas pequeñas, se enfrentan a lo que parece imposible. Intentar recuperar el afecto, el lazo de comunicación y sentimientos perdidos por la distancia y los años, lo reproches nunca dichos, la rabia contenida. Entre ese hombre rústico, de sabiduría de cazador, transmitida de padres a hijos, y un adolescente de ciudad que además de padecer las ansiedades de su edad y su despertar sexual, parece odiar a todo el mundo adulto. Esta en la habilidad y el talento de Garagiola, en su lenguaje cinematográfico que dice más que muchas palabras, en la incursión de un mundo de códigos masculinos que se muestran conmovedoramente en la contraposición de edades y mundos. Germán Palacios es un gran actor que despliega sus matices, con mínimos gestos pero cargados de significados, Boy Olmi exprime con maestría sus cortas intervenciones y el debutante Lautaro Bettoni da en la tecla de su adolescente irritante y dolido.