La ópera prima de Natalia Garagiola, "Temporada de caza", se refugia en la soledad del corazón de San Martín de los Andes para presentar las sensaciones internas de un joven en busca de su eje. Los primeros minutos de Temporada de caza son reveladores. La típica escena del partido escolar, en este caso de Rugby, se va tornando cada vez más pesada. Nahuel (Lautaro Bettoni) inicia una gresca con sus compañeros que se va de las manos.
De la ira expresada en esa escena pasamos a una cena entre padre e hijo, que termina en un plano desolador; tan desolador como mucho de todo lo que veremos de ahí en más. Natalia Garagiola pasará constantemente de la ira, el malestar, al silencio; y ese silencio puede ser más molesto que toda la violencia expresada.
Temporada de caza es una propuesta de emociones fuertes. Ese padre (Boy Olmi) con el que Nahuel mantiene la trunca cena inicial no es en realidad su padre biológico. Sus padres se separaron hace mucho tiempo, su madre se volvió a casar con este hombre que es el que lo crio. Ahora que la mujer murió, la duda es cómo seguir. Nahuel no sabe cómo expresar todo lo que lleva adentro, y lo exterioriza de una forma violenta, irascible.
Hace diez años que no ve a Ernesto (Germán Palacios) su padre biológico, y quizás ya sea hora. Abandonando la comodidad de la ciudad, Nahuel viaja hasta el sur de nuestro país, a San Martín de los Andes, para reencontrarse con ese hombre del que no conoce nada. Hay que pasar una temporada, y puede ser eterna para los dos.
Garagiola no sobrecarga los hechos, prefiere poner el foco en los personajes, rodearlos de un hábitat y dejarlos expresarse; y vaya si se expresan. Nahuel no es un adolescente fácil, la incomodidad que se genera en gran parte del film (sobre todo en su primera mitad) se debe a sus actitudes inmanejables.
Ernesto y su familia hacen lo posible para conectar con él, pero es imposible, él sólo quiere huir, ¿A dónde? Ni él lo sabe. La violencia que genera Garagiola con sus planos y sus no diálogos no va a estar presente en ningún film de acción, es disruptiva, molesta, corrosiva, casi que lleva al espectador a querer tomar partida en el asunto. Nahuel y Ernesto deberán encontrar su punto antes de que el estallido sea mayor, y la temporada de caza está por comenzar.
Temporada de caza puede ser visto como un film pequeño, pero estaríamos cometiendo una grave injusticia de percepción.
La inmensidad de un San Martín de los Andes alejado de lo turístico, la riqueza de los personajes, y la construcción de diálogos contenida y calculada, nos hablan de algo inmenso. El gran sentido del ritmo narrativo que esta novel directora maneja hace que jamás la propuesta decaiga, más allá de un lógico y entendible lapsus luego del volcán en erupción inicial y antes de la fortaleza del final.
El interés se mantiene permanente y pareciera que siempre hay algo que contar en el interior de estos seres. Nahuel se relaciona también con los jóvenes del lugar, diferentes al estereotipo que se plantea del adolescente del interior, más realista, y ellos también tienen algo para decir, al igual que la familia de Ernesto.
Una excelente puesta es acompañada por una sólida dirección actoral que permite no solo grandes duelos en igualdad de posiciones, sino logrados momentos individuales.
Lautaro Bettoni es toda una revelación, por lógica, gran parte del relato recae sobre sus hombros. Nahuel es un personaje muy difícil, y el joven lo plantea con matices, exacerbado, y con pocos momentos de calma. De Germán Palacios no es ninguna novedad resaltar sus valores interpretativos, de gestualidad contenida pero muy expresivo, la postura dura y paternal de Ernesto atraviesa su piel.
También habrá que destacar a Rita Pauls y Pilar Benitez Vivart en roles secundarios pero de importancia narrativa; ambas contundentes en lo que necesitan sus personajes. Párrafo aparte para Boy Olmi a quien le alcanzan no más de quince minutos de aparición en pantalla (quizás menos) para encandilarnos.
Las expresiones que destilan sus miradas, los planos que se le dedican, son de una potencia arrolladora que puede llevarnos sutilmente hasta las lágrimas.
Dan ganas de pararse en sala y aplaudirlo de pie como si estuviésemos en audición teatral. Temporada de caza es una propuesta salvaje, contundente y arrolladora, que no pasa como otra experiencia más que pronto se olvida. Natalia Garagiola logró una ópera prima más que auspiciosa, cargada de emociones y de una belleza fílmica difícil de explicar. Bienvenida sea la sangre renovadora.