Hace ya unos años el director Gus van Sant sorprendía con un film duro, constituyendo temática socio-existencial, denunciando el uso indiscriminado de las armas, de la posibilidad, facilidad, para adquirirlas, y de las tragedias producidas por las mismas, como lo es en el caso de “Elefante” (2003), en manos de dos adolescentes. Sorprendía desde el estilo, la narración, el discurso, ya desde el titulo, pues la figura que representaba era la de un elefante en carrera y la imposibilidad de detenerlo, sólo matándolo, tal cual la imagen de una bola de nieve que comienza a rodar.
Lo imprevisible de aquella realización era proporcional a la irreversibilidad de las acciones de aquellos jóvenes, hechos ocurridos realmente, ubicados en la tragedia de la escuela de Columbine, basándose también en el documental de Michael Moore “Bowling for Columbine” (2002).
Toda esta introducción viene a cuento del filme que nos convoca, ya que trae directamente a la memoria los mismos hechos, pero en este caso a contraposición de las mencionadas, poseedora de una regular factura, previsible, y estéticamente pretenciosa.
Tiene algunos agregados que podrían haber funcionado a favor del desarrollo de lo narrado, la trama paralela, que en realidad termina por ser la trama principal, dependiendo con cual de las dos historias el espectador termina por engancharse, identificarse, proyectarse, o lo que sea que pueda lograr, si lo logra. También funciona el otro cúmulo de variables en un film, como los son la presentación de las causas y la constitución familiar, pero realizado de la manera que se hizo termina por ser lamentable también esta variable.
Ya desde la primera escena instala la idea de que todo lo contado lo será desde el punto de vista de la madre del personaje actante de la historia, no personaje principal del filme, como lo es Eva Katchadourian, (Tilda Swinton). Ella es la que nos narrara desde el recuerdo, el otro, el hijo, Kevin ya adolescente (Ezra Miller) será el que promueva las acciones.
Una mujer que se dirige hacia una ventana abierta donde flamea una cortina, música empática, casi lúgubre, presagia los hechos, con movimientos ralentados del personaje.
Corte a escena de ensoñación con Eva en medio de un festejo en una ciudad española donde predomina el rojo, ella nadando casi literalmente en un mar de tomate ¿Alegoría de la sangre? Por supuesto.
Corte al presente. Ella vive sola en una casa pequeña de un pueblo pequeño, consigue un trabajo pequeño, en una pequeña empresa. Todo esto son los únicos pequeños detalles del filme. Lo demás es grandilocuente y pretencioso. Su casa es agredida por manos anónimas, son jóvenes, le pintan el frente de la casa con inscripciones de color rojo, nuevamente el rojo, pintura difícil de eliminar, la marca queda.
Luego, el recuerdo de su vida anterior, familia bien constituida, su marido Franklin (John C. Reilly) y el hijo de ambos de muy pequeño.
Ya desde la cuna, (estoy exagerando sólo un poco) Kevin demuestra ser la encarnación de la maldad, agresivo, petulante. El padre esta más ausente que presente, no por acciones sino por como esta presentado y desarrollado, gran desperdicio de un actor maravilloso que hace lo que puede con lo que le toca. A esto se suma la poca química que pueden generar la pareja parental, no sólo por personalidades, sino porque a priori nunca podrían hacerlo. Tilda Swinton es casi andrógina, indefinida, fría desde la apariencia en todas sus películas, Reilly esta en las antípodas, siempre aporta un plus de color, de carnadura humana a sus personajes. En ningún momento se los puede ver como la pareja feliz que intenta mostrar el texto al inicio temporal de la historia.
Ella es una madre presente, hasta por momentos es cariñosa, hacendosa, el padre es rechazado de cuajo por el pichón de diablo que tienen como hijo. Pero esto, fundado en el principio del complejo de Edipo, nunca es observado ni presentido por ellos.
Para congraciarse con Kevin, Franklin se acerca y promueve el lado más oscuro de su hijo y le regala en su quinto cumpleaños un arco y flechas. Que luego irán incrementando en tamaño y poder destructivo. Nadie se da cuenta de nada, sólo los espectadores.
Nace la hermana, bellísima niña, la luz de los ojos de su madre, ya la conocíamos por obra del recurso del flash back, y esto hace eclosión en la personalidad de Kevin.
La ultima pregunta que hace, y se hace, el personaje de Eva da cuenta que no hay peor ciego que el que no quiere ver. La tragedia ya estaba encaminada.
Lo terrible de todo esto es que el titulo es lo que brilla por su ausencia en todo el filme, nunca hablan de Kevin, aunque sea menester y claramente necesario.
Lo rescatable, lo único rescatable, son las actuaciones y el casting, la primera en manos de Ezra Miller, construyendo un Kevin adolescente increíble, sólo desde la mirada y lo gestual promueve el temor, en un segundo plano Tilda Swinton personificando una madre distanciada, fría, que intenta por todos los medios no serlo sin lograrlo, y por último el ya nombrado, y desperdiciado, John C. Reilly
No agrega nada. Aburre, y para colmo es un filme violento, sádico por antonomasia, pero gratuito, vacuo, sin justificación de ninguna índole, ni desde lo estético ni desde lo estructural narrativo, y menos desde el guión, casi un gran clisé a esta altura.