La directora británica Lynne Ramsay es una de las más originales de los últimos años. Sus dos películas anteriores (Ratcatcher y El viaje de Morvern) mostraban una inusual sensibilidad para conjugar en la imagen lo cotidiano y lo extraño, y para crear un auténtico lazo de empatía entre el espectador y sus criaturas sin necesidad de seguir una narración tradicional. Lo mismo logra en este film sumamente intenso -en gran parte mérito de su actriz, la perfecta Tilda Swinton- donde se investiga la naturaleza del mal a través de la historia de un adolescente obsesionado con castigar a su madre, capaz de decisiones terroríficas. Es una película de suspenso, por cierto, pero tiene otra dimensión: la de investigar cuál es la verdadera naturaleza del amor familiar, y de preguntarse si existe por encima de cualquier otra cosa. Inquietante en lo formal y narrativo, tensa y atractiva, resulta de esas películas con mucha más tela para cortar una vez que se acaba la proyección.