PASARON COSAS
Cuando termina Tenet, luego de sus extensos 150 minutos, uno se queda pensando que pasaron cosas. No sabe bien por qué, ni para qué, pero que pasaron… pasaron: hubo tiros, explosiones, persecuciones automovilísticas, ejércitos luchando contra algo que nunca entendemos, escenas de acción contadas de acá para allá y de allá para acá, villanos con planes megalómanos, héroes unidimensionales que solo desean salvar el mundo, una historia de amistad y otra historia de amor. Christopher Nolan, como es ya habitual, no se priva de nada y demuestra tener una libertad infrecuente dentro de la industria del cine a la hora de planificar sus películas. Ahora bien… el para qué desea esa libertad es otro misterio. Tenet, un MacGuffin (una tomada de pelo en verdad) de dos horas y media que es otra de sus películas de diseño, frías y calculadas, desapasionadas, vacías, innecesariamente enroscadas, que temen decir de una lo que quieren decir y dan piruetas inverosímiles para no convertirse en un cine emocionante y vibrante. Eso -supone Nolan- no está bien ni está a su altura.
Tengo la impresión que por primera vez en toda su vida el director de El origen tenía entre manos una idea divertida. En primera instancia digamos que es casi imposible explicar la premisa, y eso no es un defecto. Claro, si Nolan fuera un tipo que se animara a ir por lo lúdico ese disparate serviría para una aventura grandiosa. Pero no. En Tenet tenemos a un mafioso ruso que posee una energía capaz de generar loops temporales, donde los personajes se enfrentan a otros personajes que van en sentido inverso en una lógica insostenible que no se puede justificar del todo, pero que la convierte en una película duplicada que se va viendo en espejo. Eso, lo de la justificación, también sería lo de menos. Porque a Nolan en verdad lo puede su sueño de Maestro Siruela y en vez de ponerse a jugar, se pone a tirar sentencias absurdas o a explicar el dispositivo enroscado y torpe que ha construido. Porque Tenet, como la mayoría de sus films, necesita poner personajes a explicar lo que sucede o lo que van a hacer. Nolan es llamativamente torpe y sus películas son decididamente inútiles. Y es curioso cómo busca rehacer aquí el cine a lo James Bond (algo de eso había intentado en fragmentos de El origen), pero solo saca de ahí algo conceptual. Para el director las películas de James Bond fueron importantes porque el agente 007 andaba de traje. De la alegría, el disparate y la aventura, nada.
Uno podría pensar que en verdad Nolan se está divirtiendo, y que es dueño de un sentido de la diversión que el resto de los mortales no tenemos. Ahora bien, un par de diálogos dejan al descubierto la conciencia de sus actos y lo pretencioso que es. En El origen, que se pretendía una reflexión sobre los sueños, uno de los personajes le decía a otro que “pensara en grande” y en vez de un arma pequeña sacaba un arma más grande. Es curioso, porque aún dentro de un sueño el personaje no dejaba de pensar con reglas de combate más bien terrenales. ¿Por qué no agarraba… no sé… un Scania y se lo tiraba por la cabeza a su contrincante? En Tenet sucede lo mismo con una línea que la condena: “No trates de entenderlo. Siéntelo”, le dice alguien al protagonista (y el protagonista se llama El Protagonista) cuando quiere buscarle una explicación a lo que sucede. De ahí en adelante, Tenet se convertiría en la imposibilidad de esa sentencia: nada se puede sentir en una película que es una planicie sin emoción alguna. Nolan le hace decir a sus personajes cosas muy cancheras, que no puede sostener formalmente porque su cine es todo lo contrario de la libertad.
Tenet es una cruza entre Memento y El origen, sin la sorpresa de la primera ni la potencia visual de la segunda. El nuevo acto de un mago debilitado al que ya se le notan todos los trucos. Tal vez por esa decadencia, y aunque Tenet es infinitamente peor que las películas mencionadas anteriormente, es que uno se enoja menos con esta berreteada soporífera. Lo único que lamento es el tiempo perdido y el no haberme cruzado al minuto 75 con mi otro yo que estuviera mirando Tenet en el sentido inverso, para avisarme que esto no tenía la más mínima salvación.