Retroceder siempre, avanzar jamás.
Es sumamente estéril buscar interpretaciones de la última y pretenciosa película de Christopher Nolan, Tenet, porque la sobre explicación desde la enorme cantidad de palabras, frases, máximas altisonantes y kilométricas escenas dialogadas, se encargarán de hacer de este desproporcionado film su mayor y peor defecto. No obstante, propagar a los cuatro vientos que en el apartado visual no existe ningún plano meritorio, o haya largas secuencias en las que el despliegue en el espacio cinematográfico no fuese de apreciar sería por lo menos injusto.
Sin embargo, no alcanza y la primera conclusión que llega velozmente al salir del aturdimiento -o perturbación cerebral- tras 150 minutos en los que siempre se retrocede para no avanzar terminan por generar en aquellos que esperaban expectantes la nueva película del creador de Interestelar cierto descontento y sensaciones mezcladas sobre el lugar del espectador para el director de El Origen.
Con esto no quiero ni subestimar al público ni cargar las tintas sobre las intenciones finales del realizador británico, pero sí apelar al sentido común cuando al menos se piense en que las películas están hechas para verse y no para devanarse las neuronas con cierta noción culpógena por no entender planteos de pseudo profundidad, que no son más que ideas sueltas en pleno funcionamiento frente a leyes ilógicas, o al menos cuestionables si el elemento azar se encuentra fuera de la ecuación.
Por ese motivo, por contar una historia enrevesada y por no haber aprovechado una buena idea de espionaje, que llevada al paroxismo y jugado sin trampas narrativas hubiese sido atractiva (como los argumentos de la franquicia 007 o Misión Imposible), Tenet abarca mucho en su primera mitad, nos engulle energía con la voracidad de un glotón caprichoso y consentido por varios defensores, para terminar con sabor a poco teniendo en cuenta y sin espoilear aquí las motivaciones de sus personajes frente al contexto y amenaza latente de la entropía más destructora y conocida hasta el momento en el verosímil cinematográfico.
Para ir y venir en el tiempo y luego cruzar, en un montaje paralelo el futuro con el pasado, no era necesario dar semejantes vueltas. Tampoco explicar teorías que serían completamente derrumbadas en los campos de la física cuántica entre otras zonceras by Nolan. Dato no menor: el título es palíndromo y cartón lleno.