¡Decílo Tommaso, decílo!
Tengo algo que decirles (Mine Vaganti, 2009) es un interesante film sobre los problemas de comunicación en una clásica familia italiana. El director Ferzan Ozpetek explora las intolerancias sociales que reprimen a sus personajes. Lo dicho y lo no dicho juega un rol fundamental en el armado del relato convirtiéndolo en una película de las que desgraciadamente no abundan en la cartelera porteña.
Tommaso (Riccardo Scamarcio) está decidido a dejar los mandatos familiares. Quiere dejar la fábrica de pastas heredada por su padre y viajar para dedicarse a su vocación de escritor. Pero hay algo que provocará la liberación (como él la llama) absoluta del lazo familiar: la confesión de su homosexualidad en plena cena. Pero justo antes de emitir sonido, su hermano se le anticipa diciendo que él también es gay, condenándolo al silencio y las responsabilidades sociales de la familia que nadie más podrá suplir.
La historia de Tengo algo que decirles está protagonizada por Tommaso aunque con el transcurso de los minutos descubriremos que el protagonista es sólo la punta del iceberg de una serie de represiones familiares. La surrealista historia de su abuela, el reprimido sexualmente relato de su tía, la explosión inesperada de su hermano, la descalificada función de su hermana, confirman que no sólo Tommaso tiene algo que decir sino que hay un detonante de dichos y no dichos que atañe a toda la familia Cantone.
Los gestos son esenciales en el armado del guión, pues es a través de los mismos que se tejen las relaciones entre hermanos, madres e hijos, abuelas y nietos, tías y sobrinas. Hay una información que se verbaliza que es la socialmente esperada, y otra que se calla: la gestualmente expresada por los miembros familiares. Con este recurso el director acerca al espectador a las subtramas que van desarrollando alrededor de aquello que sí se menciona y parece ser lo apropiado.
Otro elemento es la comida. La comida es el ritual familiar / social absoluto. En los desayunos, almuerzos y cenas se cumple el rol esperado dentro de la familia, pero también es el momento de crisis y revelaciones. Por algo la empresa familiar es una fábrica de pastas, la misma que obliga a Tommaso a ser quien no quiere.
Tengo algo que decirles utiliza el formato de la comedia familiar pero va más allá, universalizando los conflictos al darle carga existencial. Así el problema de Tommaso particular se transforma en un conflicto de identidad universal, común a todos los Cantone, y a todos los individuos también.