Comedia que atrasa treinta años
¿Existen todavía familias en las que el padre, si se entera de la homosexualidad del hijo, puede llegar a morirse de un infarto? Si existen, son poco interesantes o siquiera graciosas, incluso como caricaturas, porque tanto la sociedad como el cine las dejaron atrás hace rato, abordando nuevas aristas de la diversidad. Así lo demuestran no sólo la ley de matrimonio igualitario y la actual lucha en defensa de la identidad trans, sino películas como Mi familia, La bocca dil lupo o Morir como un hombre, en las que se investiga tanto la familia con padres del mismo sexo como el otro lado de la transexualidad. Ante este presente del mundo, Tengo algo que decirles parece una película de los ’80, enteramente sostenida sobre la incógnita de si el hijo treintañero se atreverá, o no, a confesar su homosexualidad ante la familia hipertradicionalista.
Que Mine vaganti (tal el título original, en referencia a las minas que en la posguerra explotaban donde uno menos lo esperaba) trabaja sobre la pura macchietta lo demuestra el negocio de los Cantone, familia del sur de Italia: una fábrica de pastas. Los Cantone se acantonan en puros roles tradicionales: un padre padrone y adúltero, una mamma que barre todo debajo de la alfombra, una tía medio putona, una hija burguesa, los dos hijos varones, llamados a heredar el negocio familiar y, faltaba más, la típica abuela-más–moderna-que-sus-hijos, que en la juventud osó desafiar la moral del clan y perdió. El realizador turco-italiano Ferzan Ozpetek evoca la love story prohibida de la abuela como forma de demostrar que la moral de esa familia fue siempre hipócrita.
Como para recordar que Tengo algo que decirles es una comedia, en algún momento caen del cielo los amigotes del hijo, cuatro “locas” romanas que deberán disimular su obvia condición para no escandalizar a los Cantone: La jaula de las locas, treinta y pico de años más tarde. Como Ozpetek advierte que lo de la salida del closet a esta altura no sorprende ni al hottonismo más acérrimo, recurre a una segunda revelación, que toma por sorpresa al que estaba a punto de sorprender a la familia. Pero esa sorpresa no cambia nada. Pospone, nada más, dejando al que estaba por salir del armario trabado a medio camino, con una chica que andaba por ahí a modo de cuña. Relación que tampoco lleva a ninguna parte, como puede imaginarse.