Simpática comedia gay con mensaje de comprensión
Revive la comedia a la italiana, en este asunto de fondo gay especialmente indicada para disfrute hetero. Como ejemplo, he aquí una de las primeras escenas. El orgulloso dueño de una gran fábrica de pastas, está con su familia y la familia del socio en una cena importante. Justo ahí, el hijo menor piensa confesar tres cosas más importantes. De pronto, su hermano se adelanta, dice una sola, el viejo lo expulsa inmediatamente de la casa y acto seguido se infarta, arrastrando el mantel con toda la vajilla, salvo el vaso de vino que alcanza a salvar la tía.
Luego veremos que a la tía le gusta algo más que el vino, la nona tuvo un amor prohibido, y otras cositas que más vale que nadie se entere, porque lo peor de un pueblo chico, para colmo del sur italiano, es que los demás se enteren. Perder la respetabilidad. Y esa noche el hijo menor debe elegir rápidamente: dice lo suyo y le asesta el golpe de gracia al pobre viejo (y encima pasan a ser la comidilla del pueblo), o se guarda sus confesiones y se hace cargo del negocio como todo un hombre. Y para completarla más tarde vienen a visitarlo sus amigos de Roma, y su novio.
Puede pensarse en comedias satíricas como «Virilitá», en alguna escena de «La jaula de las locas» y otra de «El», y también en las peleas entre hermanos de Valerio Zurlini, o en viejos relatos sentimentales de Alberto Bevilacqua, dos cineastas hoy olvidados. «Tengo algo que decirles» se relaciona con esa clase de films, pero maneja otro tono. Suaviza las burlas y los trasfondos dramáticos, aporta reflexiones de cierta poesía, agrega matices, vuelve amable la crítica. Miembros de movimientos gays le han reprochado esa amabilidad hacia «los sectores retrógrados de la sociedad». Pero lo suyo no es una oferta del día para salir del placard, sino un mensaje de comprensión mutua, que culmina con una escena de grato simbolismo donde se entremezclan todos los personajes, incluso algunos del pasado que siguen viviendo en el recuerdo. Dato valioso, ahí el protagonista no ocupa el centro de la escena. El está más atrás. Como si fuera el propio narrador, que por algo habrá dedicado esta película a su señor padre, según dice en el título inicial.