Muchas ganas de pasarla bien
Tengo ganas de ti (2012) tiene todos los condimentos para convertirse en un éxito de taquilla: acción, romance, un poco de sexo, motos, boxeo, tragos y algo de melodrama. Y lo realmente infaltable: un protagonista carilindo y una heroína rebelde y sensual. El pequeño detalle es que sus actores convocantes son desconocidos para el público argentino, y probablemente en el mercado actual del cine las estrellitas amadas por los adolescentes sean lo único necesario para popularizar una película. Entonces ¿conseguirá ser un éxito en Argentina?
Hache (interpretado por un guapísimo Mario Casas que debe ser como una especie de Mariano Martínez español) vuelve a Barcelona después de haber vivido un par de años en Londres. Al llegar se cruza con Gin (Clara Lago) y los chispazos atraviesan la pantalla. Mientras la conquista avanza se va descubriendo la trágica historia por la cual Hache huyó de su ciudad natal dejando un amor en el camino y varias heridas abiertas. Conforme el film se desarrolla el protagonista atraviesa momentos, a veces demasiado penosos, hasta alcanzar la auto redención por un pasado doloroso que hasta entonces lo atormentaba.
Tengo ganas de ti es secuela de Tres metros sobre el cielo (2010) la película española más taquillera del 2010 en su país. Dirigida también por Fernando González Molina y protagonizada por el mismísimo Mario Casas parece que los productores intentan repetir aquella fórmula del éxito con esta nueva apuesta muy prolija en su realización técnica. No hay mucho para reprocharle a Tengo ganas de ti en ese sentido, más bien todo dependerá de los gustos y preferencias del espectador. Si uno tiene ganas de pasarla bien y no mucho más, entonces la elección será irrevocablemente placentera.
Una película ideal para pasar el verano en Buenos Aires y disfrutar en pareja. Que contiene todo aquello que la prejuiciosa diferencia de género requiere para convertir a cualquier film en un éxito universal: hay acción y golpes pero también romance y melodrama. Un poco de cal, un poco de Barcelona nocturna, todo amenizado por la música adecuada para subrayar las sensaciones, motivar al espectador y a veces golpearlo bajo. Sobre todo hacia el final donde la trama se vuelve un poco melodramática y exacerbada en su afán por mostrar la madurez adquirida del personaje protagonista.