El eterno adolescente
Podríamos decir que aunando los vagos guiones de las películas comerciales de los últimos tiempos llegamos a Tengo ganas de ti. No hay que ser muy ingenioso para darse cuenta qué película tenemos ante nuestras narices. Ya desde el tráiler y los afiches se puede ver un film con poco vuelo y el transcurrir de la película no hace más que confirmar lo esperado: un producto vacío de contenido y de estética.
Encontramos una mezcla de géneros en Tengo ganas de ti. Por un lado, volvemos al típico grupo de amigos que ya está grande para hacer cosas de adolescentes pero que de todas maneras se comporta como tal. Esto debe vender porque tanto en televisión como en las películas está repleto de este tipo de personajes. Encontramos en consecuencia mucho sexo, alcohol, drogas y un estilo que parece ser más de acción. Motos y autos asumen en este círculo gran impronta como muestra de status social. A su vez, los vehículos toman gran protagonismo cuando se intenta mostrar las habilidades de cada uno de los personajes: dominación de la velocidad y maniobras para llamar la atención.
Junto con este aspecto “al estilo Rápido y furioso” .como diría el colega Mex-, encontramos uno más romántico, con todo lo que este género conlleva: encuentros y desencuentros, miradas de tortolitos, muchacha que canta una canción lenta, engaños, etcétera. Si bien no se jacta la película de ser en ningún momento original, en esta faceta romántica es donde más hace agua. Hay momentos que son extremadamente cursis y hasta bizarros, como cuando el protagonista se para en la moto, mientras es llevado por su novia, y grita con los brazos al viento “tengo ganas de ti”.
Para no dejar ningún género de lado, también aparece una vertiente dramática vinculada a la enfermedad de la madre del protagonista. Este tema es utilizado de una manera bastante morbosa, al punto de mostrarlo a Hugo (personaje principal) acostándose junto a su mamá en la cama del hospital, con la iluminación y la música insinuando que él se acuesta al lado de un muerto.
Todas estas bifurcaciones son muestra de la falta de solidez de la película. A esto se le suma la poca originalidad del guión, que cae en el vicio de repetir modelos de películas comerciales. Sin embargo, como punto a favor, uno de los personajes principales, Ginebra, rompe con el prototipo de amada de las películas de esta misma talla. En este caso hace su entrada una mujer con iniciativa propia y conciencia de la sociedad machista en la que vive.
Sería un tanto malicioso culpar a los actores por sus desempeños cuando están frente a un guión tan endeble. Ellos están acorde a lo que se pretende en este tipo de películas. Son el guión y la dirección los que fallan, y todo lo demás se adecua a esta inestable base.