La derrota de los cínicos.
Como no podía ser de otro modo, el regreso de Peter Bogdanovich, tanto al mainstream como a la cartelera argentina, funciona como un ejercicio metadiscursivo -en torno al Hollywood clásico- que pone en cuestión el paradigma contemporáneo en lo que hace a la producción y la recepción, por supuesto mediante esa típica fórmula vintage y su estrategia asociada, orientada más a la recuperación del espíritu lúdico de antaño que al simple aggiornamiento de los engranajes del relato tradicional. El cineasta, sin duda uno de los principales intelectuales de la renovación generacional de la década del 70, continúa fiel a sus convicciones y profundamente crítico para con la insensibilidad fútil de nuestros días.
Aclaremos desde el vamos que Terapia en Broadway (She’s Funny That Way, 2014) es una suerte de hermana menor de ¿Qué Pasa, Doctor? (What’s Up, Doc?, 1972), Nuestros Amores Tramposos (They All Laughed, 1981) y Detrás del Telón (Noises Off, 1992), todas obras que retomaban el delirio escénico propio del vaudeville y cierta filosofía naif vinculada al proceso creativo, que en su desparpajo e ingenuidad resultaba mucho más atrevida que el facilismo del “cortar y pegar” inherente a la doctrina de los blockbusters. Con elementos de slapstick, farsa de enredos, comedia romántica y “feel good movie”, la película es una hermosa anomalía que nos devuelve el júbilo del caos y la desproporción.
La historia gira alrededor del entrecruzamiento de un cúmulo de personajes conectados por lazos de lo más ridículos y forzados: el puntapié inicial es el encuentro en un lujoso hotel entre Arnold Albertson (Owen Wilson), un director de Broadway obsesionado con su doble vida de mentor/ ángel guardián de prostitutas, e Isabella Patterson (Imogen Poots), una señorita de la noche que ve con beneplácito que el susodicho le ofrezca treinta mil dólares a cambio de dejar de tener sexo por dinero y reencausar sus días. El manicomio se comienza a delinear cuando la chica, deseosa de ser actriz, se presenta a un casting encabezado por Albertson, lo que genera una reacción en cadena que afectará al equipo de la puesta teatral.
Atento al devenir de la dinámica cómica, Bogdanovich entiende a la perfección que la mentira, léase la estafa emocional/ íntima/ profesional, constituye el eje de la caricatura de tono burlesco, utilizada en esta instancia retro como punta de lanza para una reapropiación del encanto que envolvía a las estrellas del pasado, esas mismas que la sociedad de masas endiosaba desde la lejanía que imponía la precariedad informativa. Si bien no compartimos este esquema condescendiente con respecto a una perspectiva simplista de entender el arte, esa que tanto defendía el Hollywood previo a los años 60, no se puede negar que resulta fascinante la habilidad del neoyorquino para transmitir su amor por aquel cine, hoy extinto.
De hecho, Terapia en Broadway ataca de frente a los cínicos que ningunean los “finales felices” o desconocen las vueltas azarosas del destino, pretendiendo trasladar su elitismo y criterios pragmáticos al conjunto de la industria del espectáculo. Los rodeos anímicos del elenco también nos hablan de un afán vitalizante que se relaciona con una avidez de movimiento y de ficciones esperanzadoras, capaces de articular una visión del mundo sin atajos ni estupidez de por medio. Dejando atrás la melancolía de las esplendorosas El Maullido del Gato (The Cat’s Meow, 2001) y El Misterio de Natalie Wood (The Mystery of Natalie Wood, 2004), el realizador se regodea en la derrota de la estirpe de los indolentes…