A James Cameron le gusta “inspirarse” (por poner un término diplomático) en las ideas de otra gente. Por ejemplo Avatar era Danza con Lobos en el espacio. O Terminator, que era un reciclado del capítulo The Soldier de la serie sesentosa The Outer Limits. Lo que lo salva a Cameron del escarnio es que el tipo elabora las cosas de manera mucho mas sofisticada e interesante hasta el punto de darles su propia estatura intelectual aunque la influencia sea obvia. En el caso de Terminator: Dark Fate, Cameron ha decidido hacer su propia Star Wars: El Despertar de la Fuerza; es decir, reciclar por completo el argumento de un estamento anterior de la franquicia, reemplazar el villano de siempre por un genérico sucesor, y poner a un par de protagonistas históricos como estrellas invitadas. Pero a diferencia de The Force Awakens – donde ni Han Solo ni Leia se sentían como los mismos personajes que 40 años atrás protagonizaron la saga -, el regreso de Sarah Connor y el T-800 de Arnie si se sienten auténticos y como una verdadera evolución de sus caracteres. Entre eso y la formidable dirección de Tim Miller – mostrando que en la primera Deadpool el talento no estaba solo del lado de Ryan Reynolds – convierten a Terminator: Destino Oscuro en una de las mejores y mas dignas entradas de la saga desde… sip, Terminator 3: Rise of the Machines, la cual estoy dispuesto a defender aunque sea su único partidario en todo el planeta.
Después del desastre de Genisys, la gente de Skydance se puso a hacer números y, aunque la última entrega de la saga decepcionó en USA a nivel crítica y taquilla, recaudó mas que bien a nivel internacional. Los tipos decidieron que la franquicia aún tiene dólares para ordeñar, sólo que precisa un enfoque mas fresco y honesto, y por eso decidieron contratar a James Cameron – el creador de la saga original y director / libretista de las dos primeras (y memorables) entregas – para que supervisara todo. Cameron decidió saltearse las últimas tres secuelas – cada una de las cuales tiene alguna que otra virtud pero que no excitaron ni a los fans ni a la prensa especializada – y se mandó con un soft reboot donde sólo son validas Terminator y Terminator 2: El Día del Juicio Final. Si bien Arnie siempre fue de la partida, la gran novedad era rescatar del geriátrico a Linda Hamilton, la cual últimamente sólo había hecho algunas cosas horribles para The Asylum y no quería saber nada sobre volver a actuar. Miller hizo un esfuerzo titánico para convencerla – no sólo iba a hacer de viejita badass sino que debía hacer un esfuerzo físico enorme para que sus acrobacias resultaran creíbles, como la versión geronte de aquella formidable guerrera de T2, la que tenía mas tubos que el propio Schwarzenegger – e incluso puso la condición de que, si Hamilton no aceptaba, el proyecto se cancelaba o él directamente renunciaba. Pero las cosas se dieron con el viento a favor y la presencia de Cameron aseguró la calidad suficiente para que todos estuvieran de vuelta y se obtuviera un buen presupuesto para esta nueva intentona de resucitar la saga.
Para hacer que esto funcione el primer sacrilegio que debían cometer era liquidar a John Connor, porque el personaje estaba en manos de Edward Furlong – el cual era genial hace 28 años pero ahora es un cuarentón hiperquemado por las drogas, un tipo que se vino abajo y que apenas es una pálida sombra del personaje que fue -. En los cinco minutos iniciales – y así de la nada – aparece un Terminator y liquida a una versión joven de Furlong en lo que se trata de un flashback de 1998. La teoría indica que, cuando Connor y su pandilla destruyeron Cyberdyne en T2, el surgimiento de Skynet quedó abortado y no hubo Día del Juicio Final, genocidio ni dominio mundial a manos de las máquinas. Pero antes de su extinción Skynet mandó tantos T-800 a tantas épocas diferentes como pudo, razón por la cual Sara Connor dedicó el resto de su vida a exterminarlos apenas llegaban. ¿Y cómo lo sabía?. Porque tenía la ayuda de un amigo anónimo que le mandaba mensajes de texto con las coordenadas, fecha y hora del lugar en donde aparecería un T-800 recién salido del horno.
Cuando Terminator: Dark Fate se mete a explicar los viajes en el tiempo, las paradojas y los caminos alternativos, suena tan convincente como Avengers: Endgame: o sea, en absoluto nada creíble y directamente rebuscada. Si la cosa no te ofende es porque cuando aparecen el nuevo Terminator (un mexicano!!) y la nueva defensora del salvador de la humanidad (Mackenzie Davis), los dos se dan murra con todas las ganas, dando lugar a persecuciones geniales y peleas sangrientas. Las novedades pasan por tres frentes: el nuevo Terminator se puede desdoblar en un exoesqueleto y un robot líquido actuando por partida doble; la defensora del elegido es una chica mejorada con implantes biónicos, la cual puede ser tan badass como un Terminator pero sólo por tiempo limitado antes que la energía se le agote y la infección de las heridas le afecte; y la elegida resulta ser una mexicana (!!!) que labura en una planta automotriz y que en el futuro va a ser la líder de la rebelión humana. Pero no contra Skynet sino contra una versión paralela y mejorada llamada la Primera Orden… digo, la Legión.
Como Miller filma como los dioses y como todos exudan carisma, la primera hora de Dark Fate es súper excitante. Hamilton es una Sarah Connor consumida por el odio y el alcohol, lamentando la muerte de su hijo después de tantas décadas, una mujer quemada por la vida y la decepción y dedicada exclusivamente al trabajo del exterminio periódico de robots… lo cual no constituye ninguna catarsis para cerrar el duelo de su hijo. La Hamilton / Connor no es la protagonista sino un Deus Ex Machina de lujo que aparece cuando a la Davis se le agotan las Duracell. Entre ambas mujeres hay pica, y la idea de que una obrera mexicana sin ninguna cualidad destacable sea el objetivo supremo de los robots asesinos es simplemente desconcertante. Sí, puede que genere otro líder a lo John Connor pero… ¿qué diantres le va a poder enseñar, aparte de cómo preparar tacos y burritos?.
Lo gracioso de todo este soft reboot es que la suerte de la humanidad está en las manos de una inmigrante, una “espalda mojada” como menosprecian los sureños estadounidenses y que aquí se ve obligada a pasar por todos los feroces controles migratorios impuestos por Trump, sean cárceles masivas, el infame muro fronterizo, la discriminación por la raza y un largo etcétera. Cameron se da el gusto de darle un formidable cachetazo a Trump enrostrándole toda su estupidez racista, e incluso poniendo al Terminator de turno (Gabriel Luna, el Ghost Rider 2 de Marvel’s Agents of SHIELD, que hace de exterminador educado, burlón, urbano y hasta cruel cuando la ocasión lo amerita) como un mexicano mas que, en medio de su misión, termina dándole su merecido a un montón de policías estadounidenses. Hay algo catártico en todo eso, algo que no veía desde las épocas del blaxploitation donde los morenos oprimidos en la vida real encontraban satisfacción al ver ficticios héroes negros pateándole el trasero a los racistas policías blancos. Acá Cameron hizo una mexploitation, camuflada de secuela de su saga mas famosa.
Si la primera hora es genial, la segunda no lo es tanto porque la cosa se empieza a deshilachar. El problema no es la entrada de Arnie ni el justificativo de por qué existe, se ve viejo y civilizado en el 2019 (el tal “Carl” que se ve ridículo en los trailers pero que en la película su presencia está mucho mejor explicada por las ocurrencias del libreto), sino porque las secuencias de acción ya son disparatadas, porque los protagonistas humanos hacen algunas proezas físicas imposibles, porque la protegida de turno empieza a arengar la tropa como si supiera pelear (aunque es incapaz de limarse las uñas) y porque hay un par de Deus Ex Machina que eran innecesarios, en especial respecto a las armas posibles para detener al imparable Rev-9 de Gabriel Luna. El clímax es menos convincente que en ocasiones anteriores, y a veces los números – en especial relativos a los años de aparición y de edad de los protagonistas – parecieran no cuadrar.
(alerta spoilers) Sobre Arnie lo que diré es que la idea de un T-800 evolucionado y hasta humanizado suena genial y propia de James Cameron. Sin propósito en la Tierra y fuera de su época, lo que hizo este tipo (con tanto tiempo al p…) fue adaptarse, aprender y hasta crear su propia conciencia. El cómo se adaptó da lugar a un par de chistes para que se luzca Arnold, aunque toda la idea suene traída de los pelos. Pero como es la excusa para que Schwarzenegger vuelva a pisar la pantalla (incluyendo patada indirecta a su vida privada real, teniendo una pareja y un hijo adoptado latinos!), la tildo de tolerable y sigo adelante (fin de spoilers).
Si éste es el final de la saga, me parece mas que digno. Para los fans decepcionados por las últimas entregas, éste es un sucesor pleno de méritos a pesar de algunas ocurrencias truculentas del libreto. Y si hay alguna secuela mas con la Hamilton en el rol principal me anoto, siempre que Miller y Cameron sigan en el comando creativo porque está visto que son los únicos que saben cómo hacer una película decente (y entretenida) de Terminator en los 28 años que pasaron desde Rise of the Machines (o T3, en mi humilde opinión).