La primera “Terminator” de James Cameron era una película que no se detenía nunca. Mientras los dos viajeros del futuro que trataban de asesinar o salvar, respectivamente, a Sarah Connor, hacían estragos en la ciudad de Los Angeles, el hermetismo de la trama se dilucidaba de a poco y recién en una escena más calma, pasada la mitad del film, se aclaraban un poco las cosas. Luego de tantas secuelas, todas bastante buenas, ahora el nuevo guión de la sexta película de la serie también tiene una historia co-escrita por Cameron, pero hay otros muchos guionistas que perdieron aquel detalle de vista, y que se empecinan en introducir con fórceps referencias actuales con las que se pueda identificar el público moderno.
Para empezar, ahora es una mexicana a la que los enviados de un futuro distinto quieren matar o proteger, y en su fuga de un nuevo tipo de Terminator malvado, con nuevos poderes, la protagonista, asistida por Sarah Connor (Linda Hamilton) y una chica “mejorada” futurista, toman el tren de los inmigrantes ilegales para cruzar la frontera a Texas, donde los espera el viejo y malo Terminator modelo Schwarzenegger, ahora convertido en un robot humanizado y sensible.
Tim Miller, el director de la dinámica “Deadpool”, sabe cómo manejar las elaboradísimas escenas de acción fantástica, pero en cambio se pierde con el puñado de escenas dialogadas entre las tres protagonistas femeninas que son un auténtico lastre para el ritmo narrativo. Tal vez las mujeres estén empoderadas en el guión, pero el que se roba la película es el Terminator de metal líquido negro que tiene la capacidad de desdoblarse y cometer todo tipo de masacres en estéreo. La película levanta vuelo, y un poco de humor, cuando aparece Arnold, pero ya es demasiado tarde para que alcance la altura de sus predecesoras.