Dos buenas noticias para los fans de Terminator: la saga vuelve a las fuentes y regresa Linda Hamilton. Como una especie de remake de la primera trilogía, que inició James Cameron con la extraordinaria película de culto, de 1984, ahora con acento femenino y mexicano. Con dirección de Tim Miller, el de la primera Deadpool, parece concebida como un homenaje de dos horas a ese origen. El mix entre acción imparable y ultra violenta con espíritu del clase B comiquero, en el que unas máquinas capaces de tomar forma humana viajan en el tiempo para perpetuar su destructivo dominio sobre la humanidad. La que cae del cielo mexicano ahora es casi humana (la rubia Mackenzie Davis). Tiene una misión, proteger a Dani Ramos (Natalia Reyes), futura salvadora del mundo, una especie de John Connor de este tiempo atribulado y migratorio. El objetivo es difícil porque también llega el encargado de matarla, el terminator capaz de todo. En su huida, las mujeres encontrarán dos aliados que hacen a la leyenda, Sarah Connor, la ya veterana Linda Hamilton, que se encarga de recapitular la historia, mientras dispara sus armas a sol y sombra, para que Terminator: destino oculto, abra la puerta a viejos y nuevos públicos. Y por supuesto el T-800 (Arnold), que además de jugar un rol importante hacia el desenlace aporta humor autoconsciente para celebrar. La lucha, y el escape, está minado de apuntes sociales para los tiempos de Trump: la protagonista, o una de las tres, trabaja en una fábrica mexicana, viajan hacia la frontera en la Bestia, el tren de los migrantes sin papeles, en un cruce atestado de jaulas para humanos de pelo oscuro. Pero el músculo de la película está en las trepidantes secuencias de acción, cuando la velocidad, la violencia y la devastación nos llevan puestos, nos evocan la maestría de Cameron en la materia y nos hacen saltar en el asiento. En el mano a mano, la carrera por autopista, entre aviones en vuelo o bajo el agua, Terminator: destino oculto es una experiencia intensa que no aburre. Y un vehículo más que digno para revivir la experiencia inicial que nos rompió la cabeza.