Terminator es una franquicia definida por los regresos. La vuelta atrás en el tiempo como motor de la trama, la promesa del regreso como frase icónica del personaje. Por lo tanto, tiene total sentido que Terminator: Dark Fate sea una película cargada de ellos, en todo aspecto posible. El más evidente es el del retorno de la Sarah Connor original, porque Arnold Schwarzenegger acompañó a la franquicia a lo largo de estos 35 años que separan a la primera parte de la última. El más interesante es el de James Cameron, que retoma su creación no como director sino como productor ejecutivo, vinculándose al desarrollo de una de estas películas por primera vez desde 1991 -y borrando las tres últimas entregas en el proceso-. El más obvio es el del argumento, que recupera elementos de los dos clásicos para reconfigurar un nuevo relato. Es con cierto descaro que se recicla Terminator 2: Judgment Day, dándole así un giro para otra generación, con un resultado digno que la posiciona con comodidad por encima de otras fallidas entregas.