Luego de las dos primeras Terminator, la original de 1984 y la secuela de 1991, ambas pensadas y dirigidas por James Cameron, que ya antes de Titanic y Avatar demostraba cómo construir personajes míticos y de raíz popular, les siguieron otras tres que ya no (man)tuvieron el pulso. Alguna, que no estaba mal, se basó más en los efectos que en otra cosa.
La trama de Terminator no era tan intrincada como sí original. Un cyborg era enviado del futuro (2029) al presente a eliminar a una mesera, que iba a dar a luz al único que iba a poder combatir a las máquinas que, creadas por Skyline, querían doblegar a la raza humana. Cameron fue un paso adelante y vio la inteligencia artificial en todo su esplendor.
Bueno, 35 años más tarde Cameron vuelve a tomar las riendas del asunto, aunque sólo como productor, para esta Terminator: Destino oculto, que se olvida olímpicamente de las tres películas en las que no participó y sirve como secuela de la estrenada en 1991.
Y adivinaron. Si la trama era sencilla en la primera, ésta le rinde homenaje hasta en ello. Como aquélla, las acciones no tienen saltos temporales ni de espacio, y transcurre a lo sumo en 48 horas seguidas. Vuelve Terminator, sí, ese modelo T-800 con cara y cuerpo algo desgastado y oxidado de Arnold Schwarzenegger (el tipo, al que queremos, sigue siendo un duro por más que hayan pasado los años y habla como un robot), pero las que mandan acá son, cómo no, las mujeres. Sarah Connor (Linda Hamilton, a sus 63 años), toda una abuelita sin cirugías y con las arrugas a la vista; Mackenzie Davis (la canadiense de Misión rescate y Blade Runner 2049) es Grace, humana (pero “mejorada”) enviada por alguien desde el futuro para salvar a Dani Ramos (la colombiana Natalia Reyes, de la más artística, dirían en el circuito de los festivales, Pájaros de verano, de Ciro Guerra y Cristina Gallego) de un robot Rev-9 (Gabriel Luna) que, comisionado por Legión, viene a aniquilarla.
¿Por qué debe ayudarla? Con un poco de imaginación, creerán saberlo.
La película es, como la segunda de Terminator, o hasta como Aliens de Cameron, una montaña rusa y una sucesión de escenas de acción y combate con armas de fuego, cuchillos, golpes de puño, patadas y lo que esté al alcance. Tiene ese dinamismo que tenían las primeras y que a las siguientes parecía que se les acababan la nafta y el ingenio en algún momento.
Contra lo que muchos podían suponer, Terminator: Destino oculto no está para nada mal. Es cierto que ese “sentimiento de realidad” que el director Tim Miller (Deadpool, no hizo la secuela porque se peleó con Ryan Reynolds) dice que su película tiene, bueno, no lo tiene. Hay mucho de fantasía e irrealismo por más que hablemos de un filme con toques de ciencia ficción. Y no está mal.
Pero ésta es una Terminator como Cameron manda, con persecuciones en autopistas, malvados que son irrompibles, o que vuelven a armarse como si nada (aunque Robert Patrick, el de la segunda, El Juicio Final, sigue siendo el mejor).
También es tan cierto que el futuro es de las mujeres como que a la que hay que salvar es mexicana… Y como que el malo toma el cuerpo de un mexicano. Digámoslo todo.