EL RENACIDO HÉROE DE ACCIÓN ES LO MEJOR DE "TERMINATOR GÉNESIS", QUINTA ENTREGA DE LA SAGA QUE INICIÓ CAMERON
Schwarzenegger no está obsoleto
"Estoy viejo, pero no soy obsoleto", explica el semiperimido androide, un modelo realmente vintage al lado de los enemigos de metal líquido que el ex gobernador de California trata de matar a tiros inútilmente durante buena parte de las dos horas de película. Entendiendo que si las segundas partes no suelen ser buenas, no se puede pretender demasiado de la quinta entrada en la saga de "Terminator", de James Cameron, filmada hace tres décadas. Sin embargo hay que reconocer que Schwarzenegger no sólo no está obsoleto, sino que es lo mejor de esta película que convierte la imaginativa premisa de Harlan Ellison (a quien Cameron le plagió desvergonzadamente su histórico "Soldier" adaptada en un legendario episodio de la serie de TV "Outer Limits") en una ensalada difícil de tomar en serio, dado que todos los personajes pueden ir y venir en el tiempo a gusto para que la historia pueda ir hacia cualquier lado, en cualquier momento.
De hecho, el pasado a modificar desde un futuro apocalíptico dominado por máquinas y computadoras por momentos parece más repleto que el camarote de los hermanos Marx, con todos los futuros hijos, padres y madres revelando sus hipotéticos parentescos futuros, mientras distintos modelos de Terminators aparecen como ninjas camuflados en seres humanos. Y, peor aún, en seres queridos.
La gracia del primer film era el hermetismo que dominaba el planteo narrativo, ya que la lucha entre dos viajeros en el tiempo para luchar por la vida o la muerte de una camarera llamada Sarah Connor no era explicada hasta bien promediado el relato. Aquí, en cambio, se explica todo de más desde el principio, cuando el líder del futuro, John Connor, envía a su lugarteniente al año 1984 para velar por la seguridad de su madre. Eso implica que el asunto tarde unos 20 minutos en empezar en serio, y luego que cada tanto la acción se detenga con escenas dialogadas dignas de un culebrón. El que aporta humor en cada escena es justamente Arnold, que incluso exagera la bondad de su personaje robótico casi parodiando el hecho que marcó siempre la diferencia entre la película original y sus secuelas: lo que convirtió a Schwarzenegger en superastro fue un papel de androide malísimo, algo que nunca se atrevió a repetir (tal vez debido a sus ambiciones políticas ya no quiso interpretar al villano).
Por otro lado, un punto realmente flojo es la Sarah Connor que interpreta Emilia Clarke y hace extrañar a Linda Hamilton. El único actor que realmente apoya a Arnold es J.K. Simmons (el de "Whiplash") en el papel secundario de un policía que todos consideran chiflado y se roba toda escena en la que aparece. A favor, se disfrutan un par de complejas escenas de acción realmente contundentes, sobre todo una con un micro escolar sobre el puente Golden Gate de San Francisco con ecos del final de "Dirty Harry" de Don Siegel. Y lo mejor, sobre todo para los fans del primer Terminator, es el énfasis en respetar todo lo que tenga que ver con la estética original, incluyendo los relámpagos del viaje temporal, el rostro mitad metálico de protagonista, y especialmente la visión subjetiva del androide, respetada a rajatabla a pesar de que hoy en día no parece nada futurista.
Si siempre los personajes pueden ir y venir del futuro para alterar el pasado, está claro que hay "Terminator" para rato, aunque si la idea es centrarse en el aspecto melodramático del asunto, mejor deberían hacer una miniserie, justamente la especialidad del director Alan Taylor, realizador de episodios de "Los Soprano" y "Game of thrones".