Volver al futuro
Alan Taylor –director de la grandiosa Thor: Un mundo oscuro, secuela que se libera de la solemnidad de su antecesora como si se quitara un cinturón de castidad dentado a lo Mad Max: Furia en el camino– es el responsable de la quinta entrega de Terminator, película que también vuela libre y se toma unas cuantas licencias (como la alteración de los eventos vistos en todas las anteriores), algo que siempre parece desatar la furia de los fans o puristas de alguna saga de cómic, libro o videojuego. Sin embargo, y a pesar de haber sido destrozada por la crítica estadounidense y por gran parte de la nuestra, Terminator Génesis muestra un gran respeto hacia el universo creado por James Cameron, por más que intente despegarse de él para actualizarse según los tiempos que corren. Hay quienes estarán más o menos contentos con el resultado, pero no podrán decir que es una repetición de lo ya visto anteriormente (dado que altera la línea temporal de la original, aunque sin contradecirla) o una copia de sus predecesoras.
Uno de los mayores riesgos que asume la película es a la vez su mayor acierto: sumergirse en el pantanoso (y peligroso) mundo de los viajes en el tiempo sin temerle a los baches, errores o contradicciones que esto pueda generar en el camino; después de todo, ninguna de las entregas anteriores está exenta de alguna que otra incoherencia narrativa. Pero la valentía de Taylor –director de series de televisión antes que de cine– no termina ahí, también se anima a introducir por primera vez a John Connor como villano.
La nueva Terminator, al igual que Mundo Jurásico, es mucho más grande, ruidosa y excesiva que sus antecesoras, a las que les guiña el ojo proponiendo una variante que no pretende superar lo hecho antes. La de Taylor y la de Trevorrow son películas tan conscientes de la importancia de sus primeras entregas que durante la primera mitad de sus metrajes habitan literalmente los acontecimientos sucedidos en ellas. En uno de los grandes momentos de Génesis, donde se reconstruye digitalmente el comienzo de la primera Terminator, el cyborg “viejo pero no obsoleto” que interpreta el siempre carismático e imprescindible Arnold mantiene una memorable pelea con su versión 1984 de un Ken con anabólicos. Lo que sigue son nostálgicas autorreferencias, simultáneas líneas temporles, vueltas de tuerca y esporádicas apariciones del gran J.K Simmons, que hace de un policía devenido en un obsesivo investigador de casos de robots que viajan en el tiempo.
Como una pieza de museo clásica y contemporánea a la vez, la quinta película de la saga les dice a los puristas: “Hasta la vista, baby”; no hay dudas de que volverá para reescribir el pasado y seguir alterando el futuro del cine mainstream actual.