Sueños de robot
Isaac Asimov (Petróvichi, Rusia, enero de 1920 – Nueva York, Estados Unidos, abril de 1992), padre fundador de la robótica en la ciencia ficción moderna, en 1976 y con motivo de la celebración del bicentenario de la independencia de los Estados Unidos, escribió por encargo The Bicentennial Man, relato acerca de un robot que poco a poco va asimilando el mundo de los humanos hasta llegar a ser reconocido como uno de ellos. Este concepto de la humanización de las maquinas fue germinando a través de sus cuentos y novelas de robots (1950), alcanzando su punto máximo con Los Limites de la Fundación (1982) y Fundación y Tierra (1987), revelando en ellas a los robots como ocultos benefactores de la humanidad. Gracias a la inmensidad de su obra, años más tarde, pudimos disfrutar películas como Blade Runner (1982), The Terminator (1984) o A.I. Artificial Intelligence (2001). Todas relacionadas con la misma temática, la evolución de las maquinas en pos de nuestro beneficio o destrucción. Hago hincapié en el origen de estas producciones porque Terminator Génesis (Alan Taylor) hace gala de este y muchos otros elementos de la más pura ciencia ficción.
Si hablamos de evolución, tenemos que entender que las propuestas como Terminator Génesis son realizadas lejos de sus concepciones originales, y a esto no está para nada mal. Es una realidad que desde hace varias décadas estamos transitando un cambio tecnológico con respecto a los medios de comunicación, que asimismo transformó las producciones cinematográficas. El proceso creativo está orientado a un planeamiento más visual, entrando a una época de cine espectáculo como jamás se ha visto antes. Por eso, esta tendencia a lo espectacular, a la falta de contenido, nos hace disfrutar las vueltas de tuerca de los guionistas trabajando bajo la sombra de operas primas gigantes, en busca de cierto aire renovador (fallidos en su mayoría) en los últimos reboots que Hollywood nos trajo.
Volviendo a Terminator Génesis, el cambio de paradoja en el viaje temporal es más que bienvenido, alejándonos de la concepción del futuro inalterable y acercándose a la creación de nuevos futuros, en el que no hay líneas temporales absolutas que deban cumplirse, donde a partir del momento en el que se logar viajar en el tiempo no se altera el pasado, sino el futuro del universo. Otro puro elemento de ciencia ficción desaprovechado por sus entregas anteriores.
El cambio de paradoja en el viaje temporal de Terminator Génesis es más que bienvenido.
En lo que concerniente a los aspectos técnicos si bien no sale del promedio habitual esta excelentemente realizada, en especial al principio cuando recrean parte de la original de 1984. Cabe resaltar que aunque sigue siendo una película de acción la trama es lo suficientemente sólida para sostener sus 126 minutos de duración. No obstante el abuso constante de puntos en común o emotivos con el espectador resulta reiterativo y hasta cansador.
Otro punto sensible, por no decir flojo, es la elección de los protagónicos. Arnold Schwarzenegger, inoxidable, nos brinda los momentos de mayor comicidad y las secuencias más emotivas y espectaculares del film. Emilia Clarke cumple sin complicaciones su rol de Sarah Connor, aunque todavía está lejos de la soberbia interpretación de Linda Hamilton. El problema son Jai Courtney y Jason Clarke. Patéticos y deleznables en su roles de Kyle Resse y John Connor.
En resumen, esta franquicia inagotable seguirá funcionando a medida que sus creativos y Arnold Schwarzenegger sigan involucrándose en futuras producciones.