Obsoleto
La gente del sitio web estadounidense Screen Junkies, arrancaba su tráiler honesto sobre Terminator 2: el juicio final con la siguiente frase: “en la gran tradición de A2R2, El gigante de hierro y Johnny Five, llega otra historia sobre un adorable niño y su mascota robot… ¡sólo que ésta es jodidamente intensa!”. Y es cierto, Terminator 2: el juicio final es un film sumamente intenso, de una vitalidad notable, y lo mismo puede aplicarse a la primera entrega de la saga. Lo eran no tanto por las complejas líneas temporales con las que iban ensamblando sus narraciones, sino por la simplicidad de sus estructuras formales y de fondo: eran films de huida y persecución, con personajes sumamente esquemáticos, pero en los que el director y guionista James Cameron creía a fondo, otorgándoles características definitivamente icónicas. Y eran obras arrojadas, hechas como si no hubiera mañana, sin pensar en los condicionamientos de los grandes estudios, los testeos de público o las barreras de la censura, con una libertad creativa casi irrepetible. Son ejemplos positivos de lo que la megalomanía artística puede conseguir.
Terminator 3: la rebelión de las máquinas era dirigida por Jonathan Mostow, pero era en verdad un film de Arnold Schwarzenegger y se podría decir que es una continuación un tanto inútil, aunque lo cierto es que es una bella grasada, un viaje en el tiempo al espíritu de los ochenta, que funciona perfectamente como entretenimiento, trata de expandir la mitología de sus predecesoras y posee una vuelta de tuerca final algo polémica pero muy ingeniosa. A Terminator – La salvación se le puede reconocer que toma riesgos al dejar de lado -casi totalmente- la presencia de Schwarzenegger para situarse ya directamente en la guerra entre los hombres y las máquinas, pero jamás llega a ensamblar adecuadamente los elementos que dispone, su final era absolutamente intrascendente y, para colmo, tiene una de las peores sobreactuaciones de Christian Bale, lo cual es mucho decir.
Pero lo de Terminator Génesis es realmente muy flojo: es una película endeble, sin fuerza, que no se anima a crear algo propio y se limita a vampirizar elementos de sus predecesoras -especialmente las dos primeras partes-, forzando todo, sin encajar de forma pertinente las piezas de su rompecabezas y recurriendo a parches para cubrir sus múltiples agujeros. Si los films de Cameron focalizaban su atención primariamente en sus personajes y sus motivaciones, la película de Alan Taylor -quien venía de la fallida Thor: un mundo oscuro- está excesivamente preocupada por crear una línea temporal “original” (aunque lo único que le sale es algo enredado al cohete) y eso lleva a que sus protagonistas sean meras sombras de las encarnaciones originales, ocupados como están durante todo el metraje en explicar lo que les pasa. Esto afecta en gran medida el desempeño de los actores: Jason Clarke está totalmente desperdiciado como John Connor; Emilia Clarke queda lejos, lejísimo de lo que supo dar Linda Hamilton; y lo de Jai Courtney como Kyle Reese es realmente pésimo. El único que se salva es, obviamente, Schwarzenneger, no sólo porque nació para el papel del T-800, sino porque su estatuto de estrella clásica le permite amoldarse a situaciones adversas e imponer su carisma.
Para colmo, Terminator Génesis, con su calculada violencia para llegar a la mayor cantidad de público posible -que la emparenta con la remake de RoboCop, otro film vacuo y sin el punch del original-, niega toda chance de dolor o muerte, lo cual le sirve para dejar la puerta abierta a posibles secuelas (la intención de la compañía productora es llevar a cabo una nueva trilogía), pero la aleja del espíritu oscuro, ambiguo y chocante de la saga a la que pretende pertenecer. Y no, la verdad que Terminator Génesis, película vacilante y hasta cobarde como es, no está a la altura de un universo ficcional al que por algo Cameron dio por concluido luego de la segunda parte. Habría que tomar eso en cuenta y darle vacaciones al pobre T-800, que se la pasa afirmando que no está obsoleto, pero sin darse cuenta que habita un film obsoleto desde su mismo nacimiento.