Terremoto: La falla de San Andrés es una típica película de Roland Emmerich (2012) que tiene la particularidad de no haber sido dirigida por Emmerich.
En este caso la realización corrió por cuenta de Brad Peyton (Como perros y gatos 2, Viaje 2: La isla misteriosa), un director de secuelas de los estudios Warner que en esta oportunidad incursionó en el cine catástrofe.
Un género que es tan viejo como el invento del cinematógrafo y cada tanto vuelve a las salas.
Si bien antes de la década de 1930 ya se pueden encontrar varios antecedentes, este tipo de propuestas empezaron a tener una gran popularidad con El huracán (1937), dirigida por John Ford, y San Francisco (1936), que recreaba el terremoto que destruyó esa ciudad en 1906. Los estudios Pixar estuvieron a punto de debutar en el cine live action con una remake de esta historia dirigida por Brad Bird pero el proyecto luego se canceló.
El cine catástrofe explotó a nivel comercial en los años ´70 con clásicos memorables como Aeropuerto (1970), La aventura del Poseidón (1972), Terremoto (1974) y La torre del infierno (1974).
Películas que reunieron en su reparto a las estrellas de cine más importantes de aquellos años y le dieron jerarquía a estas historias que presentaban su mayor atractivo en los efectos especiales.
No deja de ser impresionante como involucionó este subgénero con el transcurso de las décadas pese a que el campo de los efectos visuales al mismo tiempo creció a pasos agigantados.
Comparadas con este nuevo film protagonizado por The Rock (no puedo llamarlo Dwayne Johnson, es más fuerte que yo), las viejas producciones del cine catástrofe de los ´70 parecen escritas por Ernest Hemingway y Arthur Miller.
La debacle se originó en los años ´90 con el resurgimiento del género en filmes como Volcano e Impacto profundo donde el drama humano de las historias quedó completamente opacado por el cotillón visual.
En Terremoto: La falla de San Andrés esta cuestión queda expuesta de un modo evidente.
Dentro de los campos técnicos la película representa el trabajo más ambicioso del director Peyton y el espectáculo que ofrece es impecable. No hay una sola secuencia de acción de este estreno que se vea artificial y toda la destrucción al mejor estilo Roland Emmerich es imponente.
Lamentablemente el film presenta uno de los guiones más idiotas que brindó Hollywood en el último tiempo con numerosas situaciones inverosímiles que terminan por convertir a esta propuesta en una comedia.
Es increíble que ningún productor o ejecutivo del estudio Warner reparara en las situaciones tontas que presenta el guión de Carlton Cuse, quien escribió muchos episodios de la serie Lost.
Salvo por el viejo y querido cliché del perro sobreviviente (considero una falta de respeto su exclusión), Terremoto presenta todos y cada uno de los lugares comunes que se te puedan llegar a ocurrir, donde no quedaron afuera obviamente la oda patriótica, el héroe con pasado trágico que busca redención y los personajes que se enamoran en cinco minutos.
Una ventaja que tuvo esta producción es que su protagonista es una estrella de Hollywood de Kevlar.
A The Rock le rebotan todas las balas y con su carisma saca adelante cualquier guión mediocre. Si la misma historia la protagonizaba Chris Pratt (Guardianes de la galaxia), por poner un ejemplo, esto hubiera resultado un bodrio insufrible.
Cabe destacar también a otro gran actor de Kevlar como Paul Giamatti, quien con una profesionalidad impecable remó el personaje del clásico científico de los filmes de Roland Emmerich.
Terremoto: La falla de San Andrés es un buen exponente de las películas malas que divierten. Tiene momentos desopilantes que se suponen deberían ser serios y si querés ver escenas épicas de destrucción masiva no vas a salir decepcionado.
Sin embargo, no hay mucho más que eso y si la idea es disfrutar de una gran propuesta pochoclera la mejor opción en cartel sigue siendo Mad Max.