La demolición como entretenimiento
Imaginen una película sobria. Ahora imaginen todo lo contrario: eso es Terremoto: la falla de San Andrés, cine catástrofe en modo bestia, animal, con cero trauma para narrar a gran velocidad, con vibraciones, ruido y música que por sí solos provocan temblores en la sala de cine. Visualmente, Terremoto es un prodigio: la destrucción de edificios, aeropuertos y manzanas enteras, la tierra desgarrada y las olas gigantes ostentan un realismo que prueba una vez más el avance prodigioso de la tecnología digital. Los efectos, que pueden ocasionar desastres inconducentes como la última Godzilla, aquí hacen sistema con una historia simple, gruesa pero contundente.
Un rescatista valiente, gigante y noble en medio del mayor terremoto de la historia tiene que salvar a su ex mujer y a su hija. Hay un pasado trágico, un malvado de una maldad digna de comedia paródica, unos nobles hermanos ingleses y un científico, también noble, que pone a prueba sus teorías.
Desde la primera secuencia, Terremoto plantea sus coordenadas: una chica maneja por un camino de cornisa, se distrae, y cada distracción es un guiño cómico a las convenciones cinematográficas de accidentes en la ruta. La tierra se mueve un poco y el auto cae de manera bestial, pero ¡hay posibilidad de rescate! La chica ostenta grandes senos, característica que tendrán en común las dos protagonistas, madre (Carla Gugino) e hija (Alexandra Daddario). Esto no implica una opinión sobre sus actuaciones, simplemente la película impone pechos -y también los pectorales del protagonista Dwayne Johnson- en movimiento con desparpajo clase B y de cine de explotación.
Terremoto es una película con nula capacidad de mostrar, decir y trabajar sutilezas. De ahí que las referencias al 11 de septiembre de 2001 sean gruesas y directas, y que se imponga sin filtros la noción de orgullo estadounidense. Todo es grande, gigante, melodramático, vibrante, vertiginoso, en extremo inverosímil y de una consistencia y una inteligibilidad inobjetables si se acepta la propuesta.
Cada una de las secuencias de acción sigue el mismo esquema: cuando uno ya cree que se llegó al mayor peligro, se agrega algo más, que en general lleva a que el personaje del actor antes conocido como The Rock exhiba más cualidades intrépidas. Por supuesto, Terremoto no es para quienes consideran la contención y la sobriedad cualidades irrenunciables del buen cine.
Sin embargo, esta película festiva y plebeya de Brad Peyton -de la también atractiva y también con Johnson y también de aventuras sin complejos Viaje 2: la isla misteriosa- prueba que hay muchas encarnaciones posibles del buen cine.