Todos a los botes, aviones y helicópteros
Inmensas destrucciones –siempre principalmente en suelo norteamericano-; un buen hombre con los créditos necesarios intenta salvar a su familia en medio de la devastación y un grupo de científicos con la información adecuada para predecir el desastre, pero que en su momento, “nadie los escuchó”: No es la gran El día después de mañana (2004), ni la olvidable 2012 (2009), es Terremoto, la falla de San Andrés (San Andreas, 2014), dirigida por Brad Peyton y protagonizada por Dwayne ‘The Rock’ Johnson. El largometraje cae en todos los lugares comunes del cine catástrofe, impresiona con efectos especiales, pero al fin de cuentas, ni el gran carisma de The Rock ni la facilidad de Paul Giamatti para llevar el rol de científico, dejan a este film en buen puerto.
En la escena inicial presentan, con gran credibilidad, al gigante samoano en la piel del jefe rescatista Ray en acción, salvando a una chica de un fuerte sismo, previo al plato principal. Luego de la apertura es donde los lugares comunes entran uno a uno: los problemas maritales del héroe, el nuevo novio de su ex esposa, el esfuerzo que emplea en ser el padre perfecto y, en paralelo el científico experto en sismología Lawrence – un Paul Giamatti que cumple sin salir del piloto automático- descubre toda una cadena de sismos (en la falla de San Andrés, obvio) que ponen en peligro toda la costa oeste de Estados Unidos.
Lancha, helicóptero, avión y camionetas son los medios por los cuales el rescatista Ray desfila durante los 107 minutos de película, tanto alejándose de terremotos -con las damiselas en apuros- por aire o tierra, como encarando a un tsunami en una simple lancha, próximo a golpear el Golden Gate, en San Francisco, o yendo a rescatar por tierra a su hija (Alexandra Daddario).
Sin dudas, el punto fuerte de la película son los efectos especiales y el paso que del director eligió para llevar la película, ya que de principio a fin se siente la enormidad de la catástrofe y hacen que una película básica llegue a resultar entretenida –para un domingo- y ágil en su avance. Pero esto se ve menguado por lo fácil que le resulta al héroe sortear todos los problemas que enfrenta y como siempre, los clichés resuelven el trámite.