Antes de saltar al barco de Hollywood con la reciente Tomb Raider, el noruego Roar Uthaug dirigió en 2015 la fascinante entrada del cine catástrofe La Última Ola. Con mucha pericia y dignidad, él se valió de un desastre natural para desarrollar al mínimo detalle la tragedia a través de los ojos de un núcleo familiar típico -padre geólogo, madre, hijo adolescente e hija preadolescente-. Lejos de un festín de efectos computarizados al que nos tiene caracterizados la Meca del Cine, los amigos nórdicos supieron utilizar sus recursos con ingenio y, al momento de la verdad, la ola gigante podrá haber durado poco pero sus efectos secundarios se hicieron sentir en la trama. No por nada el film terminó siendo lo más visto del año en su país de origen y la entrada oficial en la carrera al Oscar a Mejor Película Extranjera. Tres años después, la secuela a semejante éxito de taquilla no se hizo esperar y entre manos tenemos Skjelvet (Terremoto), un encomiable intento de réplica del éxito anterior, pero ya sin el elemento de la sorpresa y una adherencia a los preceptos ya utilizados en su predecesora que dañan visiblemente las buenas intenciones del equipo noruego.