Antes de que termine el año, el cine noruego se hace presente con Terremoto, la segunda parte de La última ola, film de desastres naturales que se apoya más en la credibilidad del relato que en otra cosa.
El film vuelve a contar la historia del geólogo Kristian Eikjord (Kristoffer Joner) que vive recluido en las montañas sufriendo por no haber salvado más gente del desastre en Geiranger tres años atrás. Su familia que vive en Oslo respeta su decisión pero quiere que vuelva con ellos.
La muerte de un colega hará que Kristian investigue lo que aparentemente es movimiento sísmico y la posibilidad de un gran terremoto en la zona. Trata de avisar a su familia y a la población pero ya es demasiado tarde.
Cuando se piensa en grandes producciones de desastres naturales la mente del espectador siempre va a Estados Unidos. Pero mientras que los efectos y la acción son la moneda corriente de esas producciones, en Terremoto el foco está puesto en el drama.
Más de la primera mitad de la película la historia se enfoca en la vida de Kristian, abatido por la tragedia que pasó y también paranoico por lo que pueda llegar a pasar. Esta lo distancia de su familia pero lo prepara para continuar la investigación que llevará al clímax. Pero lo interesante de esta producción es que no hay grandes héroes, sí hay casualidades y la magia del cine puede generar alguna escena inverosímil, pero los protagonistas actúan como personas ordinarias en situaciones extremas. El único personaje que queda fuera de lugar es el de Marit, hija del investigador fallecido, que acompaña a Kristian sin presentar resistencia o duda.
Aunque los efectos son pocos, sí son impactantes, generan el vértigo buscado y se refuerzan con una lograda puesta en escena. Se podría cuestionar que hay una gran elipsis al final en donde los personajes salen de un edificio casi destruido, sin saber si esta fue una decisión de presupuesto o de guion.