Cuando pase el temblor
Terremoto (Skjelvet, 2018) es una secuela de La última ola (Bølgen, 2015), insólito éxito de taquilla proveniente de Noruega. Al igual que su antecesora, la historia transcurre en la fría Oslo, ciudad epicentro de un terremoto en inevitable camino, que recuerda al que sufriera la misma locación hace poco más de un siglo atrás, en 1904.
El director de fotografía John Andreas Andersen debuta tras las cámaras y reemplaza a Roar Uthaug -recientemente desembarcado en el mainstream hollywoodense con Tomb Raider: Las Aventuras de Lara Croft (2018) - para hacer foco en un cine de género de nula tradición en la cinematografía nórdica. El arquetipo de cine catástrofe sobre el que Hollywood ha transitado una tradición desde los años ’70 con films como Infierno en la torre (The Towering Inferno, 1974) o La aventura del Poseidón (The Poseidon Adventure, 1972) y que ha tenido una digna continuación en los años ’90 (La furia de la montaña, Volcano) ha visto banalizado hasta el hartazgo del refrito por estos tiempos (Terremoto: La falla de San Andrés es un cabal ejemplo). En este sentido, dicho subgénero encuentra en este exponente un ejemplar a la altura del mejor cine industrial.
Nuestro héroe es el geólogo Kristian Eikjord, interpretado por Kristoffer Joner, y quien se encuentra peleando contra un sistema político, al que alerta de un peligro inminente, pero es desoído. El desequilibrio emocional de nuestro personaje funciona aquí como motor de la trama. Bajo esta coyuntura, Terremoto es un drama que hace foco en lo humano y en las sensaciones que afloran cuando el hombre se enfrenta a circunstancias extremas.
Mostrando el trasfondo familiar del geólogo y sus preocupaciones paternales, construido como un ciudadano ejemplar (un guiño que remite al héroe en peligro del cine de Steven Spielberg, pensemos en Guerra de los mundos) se adivina fácilmente una instantánea identificación con el espectador, en donde las tensiones entre las relaciones van aflorando a medida que el desastre se avecina.
Las secuencias de acción grandilocuentes que el público habitual consumidor de este tipo de propuestas suele esperar, tardarán en anunciarse. La acción propiamente dicha se ve precedida de una larga introducción a la intimidad dramática de sus protagonistas, elección narrativa que otorga al film un tono singular. No obstante y cumpliendo los mandatos del cine mainstream, el terremoto que promete una catástrofe apocalíptica, no escatimará un despliegue de efectos notables que nos colocan en el núcleo del desastre. Una buena fórmula para conjugar el enfoque humanista con un espectáculo dantesco. Ante lo cual, el desastre natural con un atractivo paisaje nórdico de fondo, garantiza esta buena propuesta.