En la recaudación del año figuran entre las más taquilleras El teléfono negro (The Black Phone, 2021), Bárbaro (Barbarian, 2022), Smile (2022) y Terrifier 2 (2022), esta última de bajo presupuesto -costó 250.000 dólares- y recaudó 12 millones. Un negocio redondo para sus productores.
La película arranca con un plano de la basura en un callejón, toda una síntesis de lo que estamos por ver, cine basura en estado puro. Pero Damien Leone, director y guionista, hace un sentido homenaje a ese cine bizarro en auge en los ochenta con sus lógicas narrativas, como si estuviéramos reviviendo producciones editadas directamente en VHS en aquellos años de cine de explotación.
Terrifier 2: El payaso siniestro es ese tipo de film, gore hasta el ridículo, donde la historia que se cuenta importa menos que las impactantes escenas de desmembramiento humano de cada asesinato. La imaginación está puesta ahí, en las cabezas extirpadas de los cuerpos, tripas colgando, laceraciones de piel y chorros de gelatinosa sangre. Quien se impresione con estas películas no diga que no le avisamos.
En esta oportunidad el payaso asesino del Condado de Miles resucita en la morgue y acosa en la noche de Halloween a Sienna (Lauren LaVera), una adolescente perturbada, y a su pequeño hermano Jonathan (Elliot Fulhan), mientras ambos sufren alucinaciones producto de unos siniestros dibujos que heredaron de su difunto padre.
La gran invención de Leone es su monstruoso criminal. Art the clown aparece en los cortometrajes The 9th Circle (2008) y Terrifier (2011), cortometrajes incorporados a la película antológica All Hallows' Eve (2013) y luego en la película Terrifier (2016) donde el payaso es interpretado por David Howard Thornton. El serial killer no es un tipo con trastornos psicológicos, es una entidad demoníaca invencible como Jason Voorhees, Michael Myers o Freddy Krueger. Tampoco tiene motivos para su alocada matanza, es la representación del mal en todo su esplendor. Otro detalle es que el tipo no habla, sólo hace unos amistosos movimientos infantiles contrapuestos a sus irracionales arranques de violencia.
Damien Leone sabe crear imágenes terroríficas. Hay un gran trabajo de diseño de escenografías, propias de un tren fantasma, y una música ochentosa propia de los films rememorados. El componente fantástico hace posible una trama alejada del realismo con el fin de generar un clima de pesadilla. O mejor dicho, una atmósfera surgida de la pesadilla de una mente enferma (Nightmares in a Damaged Brain, 1981).
Al film le juega en contra su extensa duración, 138 interminables minutos para una historia que debía durar 85 minutos, como otras producciones del género. Es lo único que no coincide con los prototipos de un tipo de cine que -guste o no- tiene sus fanáticos por todo el mundo.