En asuntos de terror más o menos independiente las ideas no abundan, así que la fórmula es siempre la misma: crear un personaje implacable y siniestro que homenajee — o aunque sea honre — a los grandes monstruos del slasher ochentoso. El problema viene después, cuando no se sabe qué hacer con él.
Esta fue la premisa que inició la saga Terrifier en 2016, con un payaso capaz de aterrorizar al más valiente; de pasado misterioso, presente truculento e inmortalidad asegurada por cualidades sobrenaturales que el guion nunca se molestó en justificar. Así, con más pena que gloria pasó una película menor que, sin embargo, tuvo una entusiasta y bien plantada masa crítica que llevó a sus responsables a realizar esta secuela.
En los seis años que pasaron entre una película y la otra parece que su director y guionista, Damien Leone, aprendió lo suficiente como para darle un poco más de personalidad a su protagonista, y de paso trabajar mejor el guion y la puesta en escena.
No vale la pena detenerse mucho en la trama: el payaso (que se llama Art) continúa deambulando por la noche de Halloween, asesinando brutalmente a personajes sin nombre que no se lo toman en serio. Y aunque lo anterior no suene auspicioso, vale decir que Terrifier 2 ha sumado humor negro, algo de ironía, unas pinceladas de delirios oníricos y un tono menos solemne, que al final le han jugado a favor.
Aunque esta película está muy lejos de la edad de oro de los Freddy, Jason o Michael Myers; si no los dignifica, por lo menos cumple. Lo que, en el desalentador panorama que ofrece hoy el género, ya es bastante.