Sustos a mitad de camino
Para empezar vale la pena aclarar que Terror en Chernobyl en realidad transcurre en una localidad cercana a la ciudad donde estaba ubicada la central nuclear que en 1986 tuvo una falla en su reactor y produjo lo que se considera el mayor desastre nuclear de la historia, con miles de personas afectadas por la radiación y un área devastada casi para siempre.
Y abundando en las aclaraciones, hay que decir que Terror en Chernobyl tampoco es un film “de” terror, en el mejor de los casos, apenas incursiona en el género.
Delimitado el espacio y el error conceptual del título con que se estrena en la Argentina, el film del debutante Bradley Parker –aunque en realidad esté detrás Oren Peli, el mismo de Actividad Paranormal y sus secuelas– tiene como único mérito ubicar a los protagonistas en una locación inusual para el género que dice transitar, con un grupo de jóvenes que contratan a un guía para visitar Pripyat, la ciudad donde residían los trabajadores de Chernobyl en plan de turismo de riesgo, teniendo en cuenta que la zona mantiene altos niveles de radiación y el paseo necesariamente debe ser corto.
Por supuesto, la excursión pronto se complica, la camioneta que los transporta deja de funcionar y el largo etcétera incluye unas criaturas siniestras aunque apenas delineadas, gracias a una cámara nerviosa alla El Proyecto Blair Witch, para citar un título afín.
Es decir, a la premisa típica de las películas de terror, esto es, la culpa de los protagonistas por su juventud, por arriesgarse, por ser irresponsables, aquí se le suma la cuestión moral de espiar un lugar atravesado por la tragedia y tomarlo como algo así como un parque temático sobre las consecuencias del desastre atómico sobre la vida de miles de personas. Un film correcto que podría haber sido mucho más interesante.