Lo desconocido
Del mismo creador de Actividad Paranormal (Paranormal Activity, 2007), Terror en Chernobyl (Chernobyl Diaries, 2012), como es de suponer, transcurre en la ciudad azotada por la catástrofe nuclear más grande de toda la historia. Enmarcar una película allí es una decisión lúcida, ya que el pueblo fantasma es una ubicación lóbrega, pero sólo de ambientación no se vive. El título condiciona, y si se incluye la palabra terror difícilmente haya lugar para la sorpresa.
Las películas de terror parecen convivir en un universo en donde el miedo suscita a partir de una imagen que no corresponde en tiempo y espacio y que sin embargo, por los clichés instaurados y la reiteración argumental, siempre pulula en los recodos sórdidos de alguien asustado que, sin advertir la ineficacia de su sufrimiento, recrea los peores escenarios posibles y especula en contra de su propia percepción.
Por otro lado, en estas pesadillas terrenales juega un papel importante el espectro de personas, objetos y situaciones cotidianas, o por lo menos encuadradas dentro de lo concebible, y la manera en la cual logran resignificarse. Un oso comiendo en la tele es mucho menos urgente que un oso comiéndose la tele. En esta película los enemigos son deformes mutantes afectados por veinticinco años de radiación en Chernobyl. Habiendo apreciado su fisionomía, que no es mucho más estrambótica que la de cualquier víctima de catástrofe o de alguien maldecido por la genética, es seguro afirmar que los desfigurados de Chernobyl sólo representan una amenaza dentro de tu casa o en el medio de la suya.
Películas sobre un grupo de humanos que se encuentra súbitamente combatiendo a una amenaza desconocida en su hábitat natural hay muchas y muy buenas. Terror en Chernobyl comparte esta característica con producciones como El enigma de otro mundo (The Thing, 1982) o Alien, el octavo pasajero (Alien, 1979). Lo que condena al fracaso a la primera y a la gloria a las dos restantes, al margen de la intervención de sus realizadores, es el destino de sus protagonistas. Los clásicos mencionados retratan la tortuosa resistencia del humano en donde, culmine a favor de uno o del otro, las posibilidades de doblegar al enemigo son concretas y en donde el suspenso, alimentándose simbióticamente con la incertidumbre, no abandona nunca a la retina del espectador.
En Terror en Chernobyl el director deja en claro que sus intereses radican simplemente en documentar el trayecto inevitable de una visita turística al desastre y de sus viajantes al perecimiento. El suspenso es inexistente. Lo único que sobrevive abúlicamente es el sadismo de querer presenciar las muertes de todos los personajes, con la esperanza ingenua de que allí se manifieste algún estilo de originalidad. No sucede.
Lo audaz de la Actividad Paranormal de Oren Peli fue llevar el terror al núcleo cotidiano de sus personajes. Penetrar en su intimidad y así solventar el hecho de que los humanos fracasen. Situando la batalla allí, repite el esquema de Alien, el octavo pasajero o El enigma de otro mundo, en donde el local es derrotado por el extranjero, pero invirtiendo la perspectiva narrativa. Ahora nosotros contábamos con todas las comodidades y de la perspicacia de ellos dependía su victoria.
El objetivo de estos filmes es recaudar mucho con poco presupuesto. Actividad Paranormal se terminó con 15.000 dólares y recaudo más de 193 millones. Terror en Chernobyl seguramente cumpla ese cometido pero, a diferencia de la primera, carece completamente de fortaleza.