Al borde del (auto)plagio
Si Terror en el bosque se hubiera filmado 15, 17 años atrás, el lector encontraría aquí arriba no dos estrellitas y media, sino cuatro. Porque el nuevo film de Eduardo Sánchez tiene momentos de buen pulso, asusta, sabe qué quiere contar y cuáles son las armas más efectivas para hacerlo. El problema es que en la última década y pico corrió demasiada agua bajo el puente del cine de género y aquello que podía sorprender ayer hoy ya es norma: found footage, falso documental, monstruos y/o fenómenos sobrenaturales azotando a un grupo de adolescentes encerrados y con esa pulsión moderna de autofilmarse todo el tiempo ¿Suena conocido?
Eduardo Sánchez encuentra su máximo referente en…él mismo, ya que fue uno de los codirectores de la emblemática El proyecto Blair Witch. Tal como ocurría en aquélla, aquí hay un grupo de jóvenes dispuesto a liberarse de la rutina escapándose a una cabaña en medio del bosque. Lo que no saben es que por allí anda Pie Grande (!) con bastante ganas de asesinarlos, desatando así, oh sorpresa, una cacería mortal.
Más allá de ciertas incoherencias propias del género (los pibes no sueltan la cámara ni siquiera durante la agonía), Sánchez sabe muy bien cómo crear suspenso con pocos elementos, dosificar la información a través del uso de fuera de campo y generar sustos con herramientas que no por conocidas resultan ineficaces. Se trata de elementos mil veces vistos, pero utilizados de forma paradigmática en la apuntada Blair Witch. Lástima que esto lo hace durante media hora, ya que el resto del metraje se dedica a intentar justificar lo injustificable, estirando el desenlace del grupo a través de una serie de vueltas de tuerca imposibles, hasta decirnos que, después de todo, Pie Grande es apenas un pobre primate rencoroso.