A los sobresaltos
Todo lo bueno que puede aportar la estética del bosque se pierde en lugares comunes del cine de terror.
El fin de semana de campo se vuelve trágico para estos cinco jóvenes atacados por un personaje de leyenda, Pie Grande. Ocurre en Texas, y es la historia de Terror en el bosque, la nueva película de Eduardo Sánchez, el director de Proyecto Blair Witch.
Dos hermanos, Matt y Brian, la novia del primero y una pareja amiga viajan de cerveza en cerveza a la cabaña perdida y muy abandonada del tío Bob, que no está allí, y jamás los invitó. Pronto reciben señales de que algo extraño ocurrirá en ese bosque, que guarda una vieja leyenda, ni hará falta contarla.
Sin tiempo para el videoclip de las vacaciones divertidas, la película nace con sus protagonistas perseguidos, acorralados. Y a veces asusta.
Ya hemos criticado en esta columna la moda interminable, funcional a la falta de ideas, del found footage, el uso de cámaras y camaritas manipuladas por los protagonistas, objeto imprescindible del nuevo cine de terror. Es cierto, también resultan omnipresentes en nuestras propias vidas, pero el recurso de contar a través de la lente de los protagonistas, exagerando el infrarrojo, los movimientos abruptos aunque sea una GoPro, es contraproducente.
Otro lugar común es la recuperación sui generis de leyendas para convertirlas en disparadores del miedo. Ahora le tocó a Pie Grande. Al bueno de Pie Grande le viene tocando seguido. Aquí, por suerte, se oculta su disfraz.
Terror en el bosque, como los jóvenes de la película, se mete sola en la boca del lobo. Tiene buenos diálogos, intenciones y actuaciones, pero cubre la flaqueza de recursos narrativos con viejas y transitadas ideas. Así va diezmando a un grupo de jóvenes acorralados en el bosque acosados por un personaje de leyenda que para ellos existe y va diezmando el interés. El sobresalto nunca fue suficiente.