Los invasores
Poco puede agregarse sobre el ya gastado recurso del falso documental que explotó con la efectiva Blair Witch Project (1999) y encontró rápidamente una meseta con todo lo que vino luego, salvo honrosas excepciones como Cloverfield (2008) y la menos conocida Trollhunter (2010). Por eso, tampoco era garantía que detrás de Terror en el bosque o Exists (desde su título original), se mencionara al creador Eduardo Sánchez como sinónimo de buena película, aunque debe reconocerse que el resultado integral de la propuesta encuentra vetas interesantes que hacen de esta fórmula ya trillada un espectáculo entretenido en términos de puesta en escena y tensión dramática a la par.
Quizá, con el correr de los productos que hacen del metraje encontrado su plataforma de lanzamiento para crear esa verosimilitud forzada que muchas veces no justifica determinado tipo de accionar en los personajes, con Terror… se resuelve uno de los mayores escollos que se repite película tras película: la morosidad del relato y la dilatación absurda de los clímax y anticlímax, aspecto que puede resumirse en el vicio del “no-pasa-nadismo” en lo que la franquicia Actividad Paranormal, desde su segunda entrega, da cátedra. A diferencia de muchas de estas copias, aquí el detonante y conflicto que cambia el rumbo de la historia de estos jóvenes exploradores e invasores de un bosque ajeno ocurre ni bien comienza el film, con el típico recurso narrativo de un camino nocturno en el que los tripulantes del vehículo atropellan algo que no se sabe muy bien qué es ni a dónde huyó.
El director Eduardo Sánchez por un lado no abusa del punto de vista de la cámara que registra todo para encontrar un salvoconducto narrativo al multiplicar los puntos de vista -no necesariamente justificados en el uso forzado de la cámara testigo- porque muchas veces la puesta de cámara adopta la focalización externa con cámara en mano para que el propio relato respire y no se atosigue de planos sin sentido dramático como suele ocurrir en esos momentos de pereza de todos los directores cinematográficos que abrazan el estilo del falso documental.
En una interesante propuesta donde se invierten los roles, pues aquí los que usufructúan el territorio de la criatura Pie Grande son nada menos que los humanos, Terror en el bosque plantea un mecanismo de cacería humana a la inversa y hace de la indefensión y vulnerabilidad del grupo ante la inesperada presencia de la criatura salvaje, en actitud de atacante para defenderse y no como depredador natural, su mayor virtud.
La escueta presencia de Pie Grande en el film también marca un horizonte prometedor donde muchas veces el recurso de fuera de campo o la sugerencia cumple un rol importante, aunque en segmentos donde las luchas se vuelven mucho mas físicas con el detalle de mantener las proporciones de los cuerpos como eje de las enormes diferencias de fuerza y tamaño, también le juegan a favor.
Poco puede decirse del reparto en lo que a performance y actuación representa de acuerdo a las exigencias del guión y la historia, donde el físico es expuesto en más de una oportunidad con escenas y secuencias realmente logradas que se deben destacar por su austeridad.
Sin tratarse de una obra maestra del subgénero, Terror en el bosque consigue atrapar al espectador y captar la atención de aquellos fanáticos que se encontrarán con más de una sorpresa a lo largo de esta trepidante travesía por el bosque.