"Terror en el estudio 666": los Foo Fighters se divierten
La película se estrena unos días antes de la actuación del grupo en el festival Lollapalooza.
El estreno local de Terror en el estudio 666 coincide (es una manera de decir) con la presentación de Foo Fighters en la jornada de cierre del Lollapalloza este domingo. Es que la película, un homenaje-parodia al cine de terror más ochentoso, parte de una idea original del líder del sexteto, Dave Grohl, y está interpretada por los miembros de la banda haciendo en todos los casos de sí mismos. O, más precisamente, versiones ficcionales de sí mismos. Es un caso típico de juego entre amigos, en el cual los resultados creativos dejan bastante que desear, aunque la propuesta tiene su atractivo, al menos en los papeles. La idea de base es más o menos la siguiente: los FF andan de capa caída y la grabación de un décimo álbum podría ser la tabla de salvación del grupo. O bien su caída en desgracia absoluta. El dueño de la discográfica (Jeff Garlin, el vecino y mejor amigo de Larry David en Curb Your Enthusiasm) les ofrece lo que parece el mejor lugar para componer y grabar las nuevas canciones: una pequeña mansión en la cual, veintipico de años atrás, ocurrió una gran matanza… de otra banda de rock.
A poco de instalarse en el lugar, Grohl empieza a escuchar sonidos extraños y a ver a un misterioso personaje que anda cortando la maleza con unas enormes tijeras de jardín, pero el plan musical sigue en marcha. Las diferencias entre los miembros comienzan a surgir, pero lo peor tiene un origen muy diferente: en el galponcito del fondo un libro fabricado con piel humana bebe sangre de un mapache destripado, regenerando una antigua maldición. El gore tiene un peso específico importante en las imágenes de Terror en el estudio 666 (cruza de old school prostética con ayuda digital), como así también el humor. En pleno ataque del síndrome de la página en blanco, el vocalista y líder de los Fighters se pone a cantar la balada “Hello”, pero es interrumpido por el mismísimo Lionel Richie, cabreado por el uso indebido de su hit. Por supuesto, se trata de un sueño, aunque no es el más terrorífico. De a poco, seres de ojos color carmín y cuerpo demoníaco comienzan a recorrer la casa entre las sombras, anticipo de la carnicería en ciernes.
El mejor de los gags recurrentes, guiño al progresismo que invadió el rock décadas atrás, es la grabación de un tema “épico” que comienza durando quince minutos, luego treinta, luego tres cuartos de hora y así. Un insospechado portal sonoro para abrir definitivamente las puertas del inframundo. Hay cuchillas, motosierras y otros instrumentos cortantes a medida que comienzan a apilarse los cuerpos y también varios chistes ligados al consumo de carne cruda (animal y, sí, también humana), además de un cameo del gran John Carpenter, quien además aportó su talento musical para el tema de apertura, compuesto junto a la banda. Así, a lo largo de 106 minutos que se sienten un poquito excesivos, este homenaje a la saga Evil Dead y al subgénero slasher en general avanza a los tropezones, con actuaciones conscientemente subestándar (Pat Smear parece decir con su mirada que todo es una gran pavada) y un aire trash que no alcanza para generar un buen tono paródico. El clímax ofrece alguna sorpresa genuina en esta curiosidad sólo para fans.