Sangre y misterio en la inmensidad antártica
El film usa el escenario blanco para el suspenso.
El manto blanco y desolado de la superficie antártica puede esconder algún misterioso secreto entre el viento implacable y las pocas personas que la habitan. Esto lo sabrá muy pronto Carrie, una detective norteamericana quien tras dos años de vivir en una base de su país instalada en el Polo Sur está ansiosa, como todos sus compañeros, de retornar a su hogar. Tras presentar su renuncia, cuenta impaciente las horas y los minutos hasta la llegada del avión que la trasladará de vuelta a su país, pero tres días antes de su partida hallará el cuerpo de un hombre enterrado en el hielo. Las preguntas no tardan en surgir. ¿Cómo llegó ese cuerpo a tan inhóspito lugar? ¿Por qué presenta señales de haber sido asesinado?
Ya decidida a quedarse, Carrie comenzará indagar las causas de la muerte de esa persona anónima. Pero las muertes aumentan y el misterio se profundiza. Carrie comienza a sospechar de quienes la rodean y deberá apurar su investigación antes de que la Antártida quede sumida durante seis meses en una profunda oscuridad.
El director Dominic Sena, basado en un guión al que no le falta ni la necesaria tensión ni el permanente dramatismo, logró un film que, dentro del muy transitado camino del thriller, entretiene y, sin duda, acaparará el interés de los espectadores sobre la base de esa historia sustentada por logrados efectos visuales. No falta tampoco en el film ese suspenso que aumenta rápidamente a través de el ingenio de la protagonista para descubrir al asesino que, como en toda trama de misterio, es quien menos se piensa. Los correctos trabajos de un elenco encabezado por Kate Beckinsale apuntalan el relato; una impecable fotografía y una música de nervioso ritmo son otros puntos a favor de esta aventura que, permanentemente, tiene como escenario las blancas planicies del continente antártico, aquí reproducido con indudable maestría.