Con la atrayente presencia de la antiheroína de la saga Underworld, y la dirección de Dominic Sena, con aceptables antecedentes hollywoodenses en Swordfish y 60 segundos, Terror en la Antártida prometía un momento de crispación y sobresaltos en medio de un gélido escenario polar. Quizás a uno le quedó el recuerdo de La cosa de John Carpenter, que en un marco similar había logrado una obra memorable, y aún sabiendo que en este caso no intervenía lo fantástico, suponía que se iba a encontrar con un film inquietante y acaso –precisamente- escalofriante. Casi nada de eso queda expuesto en este simple thriller que en varios momentos intenta escapar a lo rutinario y previsible, sin conseguirlo. Ya desde el título en castellano el asunto asoma fallido, ya que no se trata de un film de terror; el original reza simplemente Whiteout (algo así como “todo blanco alrededor”), y da la sensación que se trató de cambiar el género de la película a través de un nombre levemente tramposo. Fuera de estas consideraciones aleatorias, el film ofrece un módico suspenso y entretenimiento a través de una trama que incluye un hallazgo tentador en pleno hielo y un sádico asesino que pretende usufructuarlo junto a un misterioso cómplice. Demasiado paisaje para tan poca sustancia.