Las aguas peligrosas de un film que no produce nada
El subgénero de terror acuático (con hambrientas criaturas devorando turistas) ha dado grandes clásicos (Tiburón) y notables exponentes recientes (Piraña 3D). Lamentablemente, Terror en lo profundo no se inscribe en esa rica tradición.
Para los cultores del cine de clase B, los lugares comunes de este tipo de películas (la cola de un tiburón surcando las aguas, las inocentes y bien dotadas jovencitas que disfrutan en las playa poco antes de ser devoradas) son bienvenidos, cual parte de un juego lúdico no exento de elementos sádicos.
Sadismo es lo que sobra en esta película de David R. Ellis (director que supo filmar títulos bastante más atendibles, como Destino final 2 y 3 o Celular ). Lo que le falta, en cambio, es capacidad para sorprender, divertir (el humor negro es una pieza clave en el engranaje de este tipo de productos) y entretener: un pecado mortal.
La historia aquí es lo de menos: un grupo de universitarios (todos carilindos y de esculturales físicos) viaja durante un fin de semana a una casa ubicada frente a un lago. Lo que ellos no saben es que los malvados de turno (un trío de perversos estereotipados) han sembrado esas aguas saladas con decenas de tiburones.
El espectador, claro, sabe desde la primera toma que los distintos personajes irán desapareciendo uno tras otro en este "juego" de supervivencia del más apto, pero el problema no es lo mecánico de la trama sino que Ellis es incapaz de dotarla de alguna mínima sorpresa, audacia u observación graciosa. Ni siquiera el uso del 3D le aporta a la narración algún hallazgo visual o al menos un mayor impacto a la hora de los descuartizamientos lacustres. Un film profunda, literalmente de terror.