Una cuestión de identidad
La pérdida de la identidad, vivir escapando, al fin y al cabo, no saber quién se es. La segunda parte de Silent Hill remite en profundidad a rostros sin rasgos, cosidos, verdugos con máscaras de hierro, la ambigüedad de los maniquíes. Todo embebido en un sórdido mundo de terror monocromático donde los tonos ocres, el óxido y las alucinaciones transportan al espectador hacia un mundo paralelo de frío, niebla y sombras.
Con un gran aprovechamiento del 3D (como hacía meses no se veía en este tipo de películas), Terror en Silent Hill 2: La revelación continúa el peregrinaje de Sharon Da Silva, quien ahora es Heather Mason (Adelaide Clemens), que cambió su nombre para huir de una peligrosa Orden que la persigue hace seis años. El peregrinaje es junto a su padre Harry (antes Christopher Da Silva, encarnado otra vez por Sean Bean), quien caerá en las garras del mal y viajará ...¿hacia dónde? Sí, hacia el misterioso pueblo de la colina silenciosa.
Al igual que la clásica serie Pesadilla en lo profundo de la noche, el filme recurre a las mamushkas oníricas: el espectador no sabrá en qué plano de la realidad ocurren las cosas, lo que muchas veces confunde. Otro punto de discusión es la unión de los dos filmes: los que no vieron la primera parte de la saga, difícilmente en un comienzo de la peli puedan captar el mensaje, por los guiños específicos que hay hacia Silent Hill.
La espeluznante niña (¡esos ojos!) que con sus cabellos negros atrae tempestades y oscuridad, la putrefacción de las paredes para pasar a otro plano de la realidad o el halo de misterio que envuelve al culto ritualístico superan el nivel de la anterior. Otro de los puntos fuertes del filme es su cohesión fotográfica, ambientaciones y maquillajes, dignos del más perverso videoclip de Marilyn Manson a cargo de Floria Sigismondi.
La dirección musical recae nuevamente en Akira Yamaoka, encargado de la banda de sonido del videojuego (la película se basa en la saga lúdica de survival horror ) y entre sus múltiples locaciones se destaca la prisión (¡ojo con asomar las manos por fuera de la celda!), el maquiavélico carrusel conducido por un enmascarado encadenado y una araña formada por múltiples cabezas, esto último, de lo más ingenioso de este filme.