No aclares que oscurece
La película Terror en Silent Hill del 2006 presentaba una interesante traslación del popular videojuego de PlayStation, a través de un aura ominosa agobiaba tanto a su protagonista (Radha Mitchell) como al espectador. La opresión constante de un mal oculto en la eterna neblina ayudaba a hundirse en el misterio, uno que a medida que se iba develando, perdía fortaleza. Sin ser una gran película, cumplía con su misión, algo en lo que ayudaban las buenas actuaciones de Mitchell y Sean Bean en el rol de padres adoptivos de Sharon, la niña que desaparecía en el pueblo del título.
Bueno, la necesidad de hacer sangrar hasta el último verde de la franquicia hicieron que una segunda parte se hiciera esperar pero que finalmente llegara, el título: Terror en Silent Hill 2: La Revelación (¡En 3D!). Esta nueva incursión al mundo gamer de Silent Hill toma todo aquello que fue bueno en la primera para destruirlo en pos de cumplir esquemas visuales del terror más burdo. En esta secuela vemos a una joven Sharon que, junto a su padre (Sean Bean), viven ocultándose de la secta de brujas revelada en la primera entrega. El puntapié inicial de la trama (ponele) es el secuestro de Sean Bean, acontecimiento que obliga a regresar al susodicho pueblo, de ahí en adelante, solo restan escenarios torpemente presentados. Toda acción se ve forzada por la necesidad de que suceda algo, saltamos de una escena de terror (en más de un sentido) a la siguiente como si fuera un pasaje de nivel, pero sin conciencia del absurdo y diversión que eso podría implicar. Su impostada gravedad se combina con una mínima imaginación para que cada cuadro narrativo sea una experiencia soporífera. Por ejemplo, tenemos la aparición de un maniquí araña asesino (de pobres efectos visuales) que aparece seguramente porque quedaba bien (o estaba en el juego, anda a saber) pero sin una construcción en el relato para llegar a esa circunstancia. Los agujeros narrativos y temporales no permiten siquiera ubicarnos en el pueblo al que se está viajando, las escenas de transición son inexistentes, el director Michael J. Bassett parece no comprender que necesitamos un poco de interés por esos personajes por más unidimensionales que nos resulten.
En este caso las ausencias de Mitchell y Bean se extrañan demasiado, en comparación, las interpretaciones de Adelaida Clemens como la joven protagonista y Kit Harington como Vincent (una pareja sin química y tirada de los pelos) son tristísimas, y no justamente por la cara de perrito mojado de Harington. Las apariciones secundarias de Malcolm McDowell y Carrie-Anne Moss suman al desconcierto del film, sus minutos en pantalla suenan a derrape. La ex Matrix está irreconocible, y viendo el resultado, debe estar agradecida.
Terror en Silent Hill 2: La Revelación es una película de pobre ejecución, nulas ideas y que esgrime una puesta en escena plena de clichés noventosos (que parecen salidos de un video de Marilyn Manson) como única justificación narrativa. Amantes del cine, abstenerse.