Mi abuelo, Alberto Luis Galateo, fue un monstruo del fútbol en los años 30, que jugó un mundial con la selección argentina y fue estrella de equipos de Santa Fe y Buenos Aires. Pero en su casa el crack practicó la violencia doméstica, hasta un domingo en el que tres disparos alborotaron las calles de un tranquilo barrio. Desde chico me pregunto cuál es el precio de encerrar en el armario los terrores familiares.