Cuando el terror viene de lo íntimo:
Las imágenes intervenidas en post-producción del prólogo que introducen la duplicación, la irrupción del color rojo y la música perturbadora, ya cifran el tono de Terror Familiar (2022), opera prima del realizador argentino Damián Galateo. Efectivamente se trata de una docuficción donde aborda, con las claves del terror, aquello que retorna como trauma desde el pasado de la historia de su familia.
Cuando el realizador tenía 12 años, fallece su abuela “Tuna” Bongiovanni y días después su hermana le cuenta la historia de su abuelo. Organizada en cuatro capítulos, la primera parte cuenta los años gloriosos de su abuelo, Luis Alberto Galateo, como jugador de futbol de primera división en los años treinta, empleando material de archivo audiovisual y gráfico y entrevistas a especialistas en la materia. Allí ya despunta la figura del doble, que se puntúa en el prólogo, entre el ídolo popular y un carácter violento cuando lo echan de Racing Club por una pelea con un compañero al ser tildado de “cornudo”.
En la segunda parte se despliega, a través de testimonios de distintos familiares, el drama de una mujer golpeada por su marido, ahora retirado del futbol y sumido en el alcohol, que en una de sus agresiones llegó a dejarla ciega de un ojo. La violencia se extendía también hacia sus tres hijos, resultando el mayor el más afectado por las consecuencias de no poder consumar su carrera de futbolista en la primera división de River Plate y por la tragedia que se desencadena después. La estructura familiar de la época sitúa al padre de familia en el lugar del amo, siendo la mujer y sus hijos su propiedad tutelada. El impedimento del padre en lo que hace al triunfo del hijo, de quien se dice que era superior en sus habilidades, muestra, en el primer episodio de la injuria “cornudo”, la dificultad de este hombre para tolerar la posición pasiva respecto de otro varón. Y es la dificultad para el hijo de matar simbólicamente al padre lo que lo deja sumido en el rol del soldado defensor de su madre, con todos los costos subjetivos que esto implica.
El film encuentra sus mejores momentos cuando abandona el tono explicativo por parte de profesionales especialistas o la búsqueda de explicaciones en los testimonios familiares (que en algunos momentos pueden resultar forzados) y se vuelca hacia la ficción. Allí en el silencioso encierro hogareño, con las sombras que se proyectan, las imágenes teñidas de rojo, la fragmentación del montaje y la perturbación sonora, Galateo logra capturar el efecto terrorífico de lo siniestro: punto en que lo familiar se vuelve extraño, en que el monstruo ya no es un ser grotesco que viene de afuera, sino el propio padre en el seno del hogar.
Otro punto que permite ubicar la película es cómo la familia tradicional se construye como estructura en torno al secreto de goce, que es el de la madre en tanto mujer; ese goce femenino del que nada se sabe ni puede decirse (que para muchos hombres puede resultar enloquecedor) y que es el que se trata de velar y reprimir. De allí que todas las imágenes y dichos sobre la abuela la recorten siempre en la cocina, cuidando de sus hijos o realizando tareas hogareñas.
Terror familiar tiene el mérito de transmitir, desde la estética del género, el angustioso terror que produce lo siniestro y de dar cuenta de la necesidad de contar con políticas de Estado eficaces en materia de protección de los derechos de la mujer y de los niños. Es también un poderoso artificio de catarsis y exorcismo para el propio director, quien, haciendo pasar su historia familiar hacia lo colectivo, a través del hecho artístico, permite tocar a otros y romper con el circuito de repetición de estereotipos patriarcales que asocian virilidad y violencia.