Hay crímenes que dejan pensando
“Quería escribir una película sobre la intuición y los límites del conocimiento”, dijo ese buen libretista que es Patricio Vega, adaptador de la novela de Diego Paszkowski. Y lo hizo con un relato en primera persona que se apoya en una subjetividad absoluta y por eso mismo, sospechosa. El crimen es casi una excusa para meterse en los escurridizos corredores de la justicia, la verdad y la legalidad. Hay dos posiciones: un profesor algo engreído y desbordado que se apoya en la lógica, el razonamiento y las ideas. Y un alumno manipulador que se la juega por el azar y pone en duda la idea de la culpa y el castigo. Medio paranoico, uno, medio psicópata el otro. Hay un crimen atroz y una muchacha que se mete en el medio. El resto, es un duelo entre dos personajes que compiten y se complementan. Ricardo Darín en un papel parecido al de “El secreto de sus ojos”, reafirma la solvencia de siempre. Es un actor que es creíble hasta cuando está de espaldas. El film es inteligente, cuidado, interesante, pero hay trampas argumentales, escenas forzadas y algunos golpes de efecto. Vale, eso sí, como demostración de un realizador (Hernán Goldfrid, el de “Música en espera”) cada vez más seguro.