Tesis sobre un homicidio intenta ser un “policial deductivo” que se deshace mientras avanza porque fracasa en un punto esencial: lograr que nos importen las consecuencias de la deducción. El principal problema del film es que el destino de los personajes no nos interesa demasiado, aun cuando todos exhiben aristas que podrían haberse explotado mejor. Las actuaciones no colaboran, es cierto, pero no creo que debamos cargar las tintas sobre Calu Rivero y Alberto Amman. Frente a la muerte de su hermana, Laura (Rivero) luce quizás más lozana de lo que debería, aunque esto bien puede tener una justificación, pues se sugiere que tomar el lugar de su hermana podría ser un deseo patológico que ella cultivaba. Por su parte, Gonzalo (Amman) jamás nos atrapa con sus supuestamente desafiantes conceptos filosóficos, ya que en su forma de hablar (o recitar) el actor ignora los matices y entonces sus parlamentos terminan anulándose entre sí en una inocua oratoria.
Pero quizás no habría que desdeñar con tanta simpleza el traje robótico diseñado por Amman: por momentos el personaje se convierte literalmente en un sujeto vacío, la clase de sujeto para el cual la noción de justicia carece realmente de sentido. Gonzalo ni siquiera tiene la gracia del psicópata: es más opaco todavía. Una cáscara, una especie de agujero, un personaje-abstracción que podría haber sumado ambigüedad a la historia si no fuera por la cantidad de caprichos que el relato despliega en su trayecto.
Estamos muy lejos del gran duelo intelectual que el film pretende vender. Tampoco funciona como película de suspenso ni conmueve como drama psicológico. Tesis es un producto fallido en cuyo interior, sin embargo, parece haber quedado atrincherada para siempre otra película, la que debería haber indagado con mayor cuidado en el pasado que vincula a los personajes de Amman y Ricardo Darín. Tal vez el único momento genuinamente inquietante de la película sea aquel en el que Darín observa una vieja fotografía y descubre la cercanía que lo unía a quien hoy es su enemigo. ¿Cómo entender que el film lance la idea de que ellos podrían ser padre e hijo para luego dejarla apagarse entre tantos otros desvíos? Es que Tesis nunca llega a las construcciones porque la narración se queda atorada en las distracciones, demasiado pendiente del brillo de los condimentos escenográficos lujosos (la visita al Malba, el show de Fuerza Bruta) y los anzuelos dramáticos surtidos que tienen un objetivo claro: infundir impresión de calidad cinematográfica y seducir por su convocatoria (inofensiva y apta para todo público) a la interpretación.
Por cierto, una película que desde sus mismos diálogos exige prestar atención a los detalles debería haber sido un poco más aplicada en ese rubro. En Tesis hay muchos elementos que hacen ruido, incluso en las escenas más irrelevantes. Mi detalle preferido involucra a Darín y a su empleada doméstica. Como imaginarán, Darín en esta película vuelve a encarnar al clásico porteño que se las sabe todas (su consejo de profesor con calle es “Garchá todo lo que puedas. Lo demás viene solo”). La empleada también parece porteña. Si no lo es, al menos habla como cualquier argentino. Sin embargo, cuando Darín le pide que le prepare la cena, ella responde que puede dejarle listas unas milanesas y unos “bocadillos de acelga”. ¿Será que hablar de buñuelos no es lo más conveniente para la distribución del film en el mercado internacional? Nada... apenas una duda más.