Como en las épocas del star system
Ricardo Darín es el actor por antonomasia, que se mueve por igual entre el mundo de los langas, seductores, ventajeros y pibes de buen corazón. Así, cada film le pertenece. Es el caso de este policial, instalado en el terreno del cine-estrella.
En la misma semana en que el hoy tan popular actor Ricardo Darín --cuya trayectoria se abre ya en los años 80 hasta alcanzar en estos días a ocupar la mayor parte de las notas periodísticas, fotos de tapas y primeros planos en los carteles urbanos-- es motivo de toda una polémica a raíz de ciertas declaraciones, que según él mismo no fueron así (que tal como señala fueron desvirtuadas por los medios, en relación, ahora, con el patrimonio de los Kirchner), se ha estrenado su último film. Mejor dicho, el de Hernán Goldfrid; aunque, tratándose de un caso como el de Ricardo Darín, el actor por antonomasia, que se mueve por igual entre el mundo de los langas, seductores, ventajeros y pibes de buen corazón, cada film ya le pertenece. Por lo tanto, ya escuchamos, como en la misma época del star system, en aquellos años dorados de la Metro y de la Fox: "Vamos a ver la última de Darín...".
Pero Ricardo Darín es sólo una pieza más de un engranaje en un film. Es decir, en este caso, un actor. Y ningún film puede sostenerse sólo con la labor de un solo personaje, a no ser que esa sea la propuesta estética; como sí lo fueron claro está, algunos films del circuito under o bien teatral con huellas del teatro de Harold Pinter o de Samuel Beckett, por citar sólo algunos nombres; como lo es esa obra de arte llamada Film de los primeros 60, con la única actuación de Buster Keaton, dirigida por Alan Schneider.
Lo que ocurre, creo, es que con su instalada manía de fragmentar, para conformar o bien multiplicar los panes, Hollywood ha establecido categorías aisladas. Y en lo que respecta a "mejor actor principal", la pregunta que surge de inmediato es: ¿sí, pero qué es lo que representa? Y esto nos lleva al mismo guión, al mismo concepto de puesta en escena, a la misma labor de montaje... a todo lo que hace a la dirección del film. Si aceptamos una valoración con cierto sentido crítico, ¿podemos pensar por separado estas categorías?
Y entonces, al leer las notas que se destacan hoy, en un matutino porteño, sobre la reproducción en miniatura del afiche, en una de las páginas impares de la sección Espectáculos de ese otro diario que entra en el gran campo de batalla con el discurso oficial, veo que la nota destaca: "Darín confirma que es el mejor actor de su generación" (me pregunto, ¿habrá visto a todos los otros el crítico de Buenos Aires Herald?), "Darín hace fácil lo difícil" (y aquí me detengo y pienso, ¿será que su mérito será en volver legible lo ilegible?), "un Darín para el recuerdo" (no es que recordar depende de lo que se pueda, subjetivamente, permitir cada uno. ¡Vaya imposición de marketing!); "un elenco impecable encabezado por Darín" (lo de impecable me provoca imposturas, prefiero la desarmonía a la búsqueda de la perfección, en aras de ciertas verosimilitudes del relato); "Darín la rompe, con un director que sabe hacerlo jugar al máximo" (pareciera ser que sólo se tuvo en cuenta a este actor y frente a esto, los otros, ¡los olvidados!); "... y para disfrutar a Darín" (es un film el que se ubica golosamente frente a nosotros, esta metáfora deja de lado a la misma obra).
Si reunimos los puntos comunes de estas notas, todas apuntan a subrayar que los próximos films lo tendrán a él como el único, gran actor, la gran estrella, de nuestro cine. A partir de ahora -?lo siento por tantos actores que aún no han podido cubrir más de cinco minutos en la pantalla?- seguirá siendo, para algunos realizadores, una estrella similar a ese personaje que él mismo compone en el film que se ha estrenado esta semana, Tesis sobre un homicidio, una febril obsesión. Sólo falta posicionarlo para la Academia: habrá que ver cómo puede resolver la cuestión de entredichos; mediando, quizás, como lo viene haciendo en este plano, su hermana Alejandra, quien pertenece a las listas del oficialismo.
Pero, además, en relación con este film la apuesta ya es mucho más fuerte. Y la jugada promete una partida que se las trae hasta altas horas de la noche, al afirmar una de las notas, que el film es "un homenaje al cine de Orson Welles". Debo reconocer, como apasionado cinéfilo, que me apasionan este tipo de declaraciones y que las vivo como motivación, búsqueda y provocación. Lo que les objeto es la falta de modestia: podría haber dicho el crítico, en este caso, "creo que hay en este plano, en este momento un homenaje a...". Pero igual lo acepto y me produce placer, aunque creo que todo es una alardeada hipérbole; tal como otra, que afirma, "una virtuosa puesta en escena que remite al cine de De Palma y Hitchcock. Un caso salido de la mente de Agatha Christie". Y pienso en la secuencia de la galería de arte, en la que esta persona que asume Darín, Roberto Bermúdez, que se mueve desde la matriz del taquillero film de Campanella, años después, al rol de abogado ya retirado pero con seminarios de postgrados a cargo, sigue pacientemente por los pasillos, moviéndose desde la letra de su último libro La estructura de la justicia, a quien considera culpable de un crimen; sólo a los fines de comprobar su verdad, sus certezas, moviéndose desde su inalterable soberbia.
En la tradición del cine policial argentino, hay épocas que merecen ser revisadas. Numerosos directores configuraron toda una poética; tales como Carlos Hugo Christensen, Daniel Tinayre, Mario Soffici, hasta llegar al mismo Adolfo Aristarain. Y casi todos ellos, a través de su cine, marcaron un diálogo con el policial de Fritz Lang, Alfred Hitchcok, Claude Chabrol, Henri G. Clouzot, entre otros. Recordemos por otra parte, que la iconografía del policial en los 40 y 50 encontró en los directores de fotografía una excelencia en el tratamiento del blanco y negro; algo que, lamentablemente, se ha perdido en la mayor parte de los films, ya que no ha habido una política oficial de preservación y restauración del material fílmico. Esta labor sí, hoy la llevan con gran dedicación y con contados materiales los responsables y directivos de la sección "Cinemateca" del Malba, quienes llevan adelante el programa Filmoteca, Fernando Martín Peña y Fabio Manes.
Respecto de Tesis de un homicidio, film que parte de la novela homónima de Diego Paszkowski (Sudamericana, 1999), cuya historia va abriéndose a una historia del pasado de amores olvidados e identidades negadas; que pone en escena un sangriento crimen frente a un espacio institucional como acto de rivalidad y desafío; que instrumenta un especulado y utilitario plan en nombre de la arrogancia y supremacía, podemos decir que su juego con los componentes visuales lejos de ser herederos de la tradición del género, y desde una retórica de film de fórmula, apela a la estética del montaje publicitario y a la obviedad de la naturalización de los estados de ánimo del personaje, mediante borroneos, flous y perspectivas inclinadas; toda una gramática del correcto estereotipo de la planificación standard. Sin perder de vista claro está, tratándose de ese único punto de vista (achicando perspectivas), centralizándolo en el mismo personaje. Seguimos en el territorio del cine?estrella.
¿Qué es lo qué busca nuestro personaje a través de todo sus supuestos? ¿Se trata de confirmar aquello que él cree que es la verdad o de buscar que se haga justicia? ¿Qué es lo que está en juego en él y en todo el relato? Aquí es donde creo que el realizador debería haberse corrido de ciertas medias tintas y haber apostado más allá del límite, sin temor a que el personaje?actor se desdibujase; algo que no evitaron otros, a la hora de construir figuras movidas por una frenética, disparada, imparable, obsesión. Y es que a nuestro cine de hoy, así lo considero, le falta, en la mayor parte de los casos, ese arrojo, audacia, ese carácter transgresor que sí tuvieron algunos de los señalados y otros como el mismo Leopoldo Torre Nilsson, aún en otras épocas en las que los mecanismos de censura estaban muy presentes, tanto en su faz previa al rodaje, como en la finalización del mismo.
Los diarios, los otros medios, ya lo han confirmado: hasta el momento, a los pocos días ya del estreno, Tesis sobre un homicidio bate todos los récords. Desde hace mes y medio la mayor parte de ellos vienen hablando de él. A todo esto me pregunto: ¿y es que acaso los otros films que se estrenan tienen todos la misma oportunidad, el mismo espacio a la hora de su difusión? Algunos de ellos sólo se dan a conocer en Capital, otros llegan tras haber sido estrenados en festivales y la mayoría, tras algunos días de exhibición en el Gaumont, pasa, si algún interesado lo dispone, a formato Dvd.