Testigo íntimo es una combinación entre el thriller psicológico y el melodrama familiar en el que casi ninguna de sus búsquedas funciona. Este nuevo film del director de La segunda muerte se pretende una reflexión sobre estos tiempos donde la tecnología ha exacerbado la vigilancia y la paranoia, y para ello apela a un tono entre perverso y alucionatorio, pero el resultado es un sub-De Palma demasiado arbitrario e inverosímil, dominado por caprichos y recursos gratuitos (incluido varios de sus desnudos).
La historia tiene como protagonista a Facundo (Felipe Colombo), un joven abogado que trabaja para su manipuladora suegra (Graciela Alfano). En principio, tiene la familia perfecta, una bella esposa como Angeles (Evangelina Cueto), dos hijos, una casa lujosa y un holgado pasar. Pero, claro, las apariencias engañan y en verdad su principal interés está puesto en un relación clandestina con Violeta (Guadalupe Docampo), nada menos que la novia de su hermano Rafa (Leonardo Saggese). Poco después de que éste -un fanático boxeador- descubre el affaire, Violeta aparece asesinada.
La película va y viene en el tiempo, maneja diversas hipótesis (hay algo de Tesis sobre un homicidio en la propuesta), expone los contradictorias sensaciones de los personajes y apela todo el tiempo a un pretencioso monólogo de un hombre (Gustavo Pardi) que declara ante la Justicia en el que va soltando verdades supuestamente inteligentes sobre el estado de las cosas. Lo que aporta, en verdad, es mayor confusión a una película que intenta abarcar demasiado y no es demasiado sólida en ninguno de los terrenos.